Comunidad sandieguina da bienvenida a niños, familias migrantes
Con los sonidos de tambores y canticos indígenas, la pequeña Fátima y su madre Ana recibieron una bienvenida a los Estados Unidos por parte de un gran grupo de miembros de la comunidad en San Diego.
La niña de siete años Fátima y su madre Ana son parte de miles de inmigrantes centroamericanos que han cruzado la frontera escapando de la violencia en sus países de origen.
Fátima y su madre, que son de El Salvador, sonrieron durante la vigilia de amor y bienvenida que tuvo lugar la tarde del miércoles 9 de julio frente al edificio federal en el centro de San Diego.
Fátima y Ana, cuyos apellidos no se dieron por razones de seguridad, son algunos de las primeras familias puestas en libertad por el servicio de inmigración para viajar y reunirse con familiares en Estados Unidos mientras esperan su juicio migratorio.
“Ahorita las llevo al aeropuerto porque tomarán un vuelo a algún lugar de la costa este”, dijo Enrique Morones, director de Ángeles de la Frontera, la organización de derechos del inmigrante que ha tomado un rol de liderazgo en la defensa de los niños y familias centroamericanos que han llegado a San Diego.
Los manifestantes aplaudieron y gritaban de alegría mientras Morones manejó su auto con Fátima y Ana.
“¡Les damos la bienvenida! ¡Les ayudaremos!”, gritaban a la familia algunos de los miembros de la comunidad.
La meta de la vigilia era mostrar solidaridad con los miles de niños y familias que han llegado a Estados Unidos de El Salvador, Guatemala y Honduras. Era un contraste con las recientes protestas anti-inmigrantes que tuvieron lugar en Murrieta, donde manifestantes en contra de los inmigrantes bloquearon el paso a autobuses que transportaban a niños y familias a las instalaciones de la Patrulla Fronteriza en esa ciudad.
“Nosotros no somos Murrieta”, dijo Maribel Solache, miembro de Dreamers’ Moms. “Esto es una crisis humanitaria y aquí en San Diego le damos la bienvenida a los niños. Le ayudaremos con todos nuestros recursos”.
Solache comenzó a llorar mientras se despedía de Fátima y Ana.
“Aquí están a salvo,” dijo, mientras limpiaba sus lagrimas. “Lo lograron. Sobrevivieron y cruzaron todo México para llegar aquí”.
Los carteles de apoyo se miraban por toda la vigilia.
“Bievenido, hermano”. “Bienvenidos a San Diego. Amamos a los niños”. “Dejen que los niños se queden”. “Amor, dignidad y respeto para los niños”.
Al inicio de la vigilia, la activista Bertha Gutiérrez pidió un momento de silencio en memoria de todos los inmigrantes centroamericanos que han muerto tratando de llegar a Estados Unidos.
“Muchos de nuestros hermanos y hermanas nunca llegaron aquí”, dijo.
Estela Jiménez, quien fue parte de un viaje reciente a la frontera entre México y Guatemala para conocer más de la lucha de los inmigrantes, dijo que en el 2014 cerca de 700 niños fueron masacrados en Honduras. Añadió que en Guatemala solo un tres por ciento del presupuesto federal es usado en servicios para niños.
“Nosotros, el pueblo mesoamericano, necesitamos unirnos en solidaridad con nuestros hermanos y hermanas”, dijo.
“Estos niños no están buscando riquezas al venir a Estados Unidos. Solo quieren un lugar seguro donde vivir, lejos de la violencia”.
Jiménez contó la historia de un niño de dos años que perdió su pierna derecha mientras trataba de subir al tren cerca a la frontera de México y Guatemala conocido como La Bestia.
“Le pedimos al gobierno de Barack Obama que permita que se queden. Enviarlos de regreso significa enviarlos a una muerte segura”, dijo.