Confrontar
El tiempo corre a ritmo acelerado, se ha consumido el 10 por ciento del tiempo de las campañas electorales y esta realidad no se observa correspondida por los partidos políticos y sus candidatos, a los que parece no correrles ninguna preocupación con miras al cercano primero de julio.
Se vive un ambiente continuado de las etapas anteriores, precampaña e intercampaña. Los espacios informativos permanecen ocupados por lugares comunes: promesas utópicas para resolver cuanto problema agravado por gobiernos ineptos y corruptos (federal y locales) sufre la ciudadanía. La impunidad endémica caracterizada por procesos judiciales que dejan a salvo a delincuentes de cuello blanco, lo que sumado al deterioro continuado de las economías familiares y un escenario de incertidumbre en el ámbito de las negociaciones comerciales alarman hasta al más optimista.
Las estrategias, si las hubieran, no van más allá de atender la entrevista radiofónica y televisiva del día. Los temas son repetitivos como los aburridos e intrascendentes millares de spots que inundan, a todo hora, las ondas hertzianas sin ninguna piedad para el cautivo oyente.
Los ataques personales son el “leitmotiv” de los cuartos de guerra. La siembra de expedientes armados subrepticiamente por la autoridad judicial o fiscal no tienen mayor impacto y, al final del día, no logran mellar la imagen del opositor. “Todos estamos salpicados” parece que es el fondo de la táctica de esas acusaciones, de las que ni el más santo se salva. La corrupción somos todos, es el deslinde del partido oficial y su impresentable cuadro de candidatos que por años se han destacado por realizar las peores prácticas.
Circunstancialmente, un exabrupto proveniente del exterior ofrece al Presidente la inesperada oportunidad de salvar, momentáneamente, su deteriorada imagen. Con una desfasada respuesta, cuidando la retórica en cada palabra, maquiavélicamente involucra a todos los actores políticos para que se sumen a una gesta por el respeto de la deteriorada imagen nacionalista. Pero, en el fondo, no hay una verdadera política exterior que responda a los graves retos que se están cocinando en negociaciones, que de una u otra manera, afectarán finalmente los flujos comerciales actuales.
El escenario descrito no debe ni puede traducirse en una actitud conformista para los ciudadanos, todo lo contrario. Es tiempo de confrontar las magras propuestas de los candidatos, y por la ruta de las nuevas herramientas de presencia social, obligar a los candidatos para que abandonen sus cómodos espacios de confort y, con claridad y honestidad, atiendan los proyectos de nación que se demandan.
De otra manera, el voto deberá ser la opción para castigar la indolencia y falta de responsabilidad de quienes no están a la altura de representarnos en el ejercicio del poder.