El año viejo
“Yo no olvido al año viejo”, dice una canción tropical muy popular. Y cómo olvidar un año que nos brindó de todo un poco. En el 2009 hubo momentos sublimes, instancias de pavor, sorpresas y un hombre que nos hizo vibrar de los pies a la cabeza.
Ese hombre no es nada más ni nada menos que Barack Obama. Nunca en la existencia de Estados Unidos un individuo de “color” logró alcanzar la presea más alta del confín político de este país.
La llegada de Obama a la Casa Blanca hizo soñar a demócratas, a algunos republicanos, y a un porcentaje alto del electorado moderado que se había cansado con las rabietas y el conservadurismo irracional de George W. Bush.
La comunidad latina, cuya mayoría inicialmente había apoyado la candidatura de Hillary Rodham Clinton, encontró en Obama a un personaje que se atrevería a dar la puntada inicial a un proyecto de inmigración que lograría regularizar a más de 12 millones de indocumentados.
Una vez tomada las riendas del gobierno, el Presidente Obama no se atrevió a confrontar a un grupo minoritario pero reacio de la bancada conservadora en la Cámara Baja del Congreso.
Como se esperaba, su equipo de trabajo le dio mayor fuerza al tema de la economía, a un programa de salud universal que todavía está por resolverse, y le restó importancia a la cuestión migratoria. Hoy, la regularización de los indocumentados se encuentra en el “backburner”, ya no es un tema prioritario de su gobierno.
Sin embargo, la batalla por la regularización de más de 12 millones de indocumentados no está perdida. Si es que se lucha en el Congreso, el codiciado proyecto probablemente se alcanzaría en forma fortuita y por añadidura a través de un acuerdo en el Congreso o la aprobación de un DREAM ACT.
En el terreno internacional, el gobierno de Obama no ha logrado totalmente alejarse del estigma de su antecesor. El caso de El Salvador es una muestra clara de la indecisión de su gobierno. Obama no se atrevió a condenar directamente el golpe de estado propiciado por Roberto Micheletti y un grupo militares autoritarios.
Una decisión en contra del golpe hubiera, paradójicamente, debilitado el polo dominado por el presidente venezolano Hugo Chávez y hubiera facilitado la reestructuración de la izquierda moderada. No fue así, Obama de momento perdió la brújula y se alejó de América Latina.
Mientras tanto, Chávez está utilizando la indecisión de Obama para criticarlo y para convencer a otros líderes latinoamericanos a seguir la vía del populismo.
Por otra parte, la guerra en el Medio Oriente y en Afganistán prosigue. El orden de equipar con más fuerzas norteamericanas en el área de conflicto en la franja de Afganistán y Pakistán no fue una medida popular, pero creo que fue la más acertada.
La sociedad norteamericana no debe olvidarse que Al Qaeda promovió el ataque terrorista contra las torres gemelas en New York. Un gobierno talibanés en Afganistán volvería a prestarse a la manipulación de Al Qaeda y al terrorismo islámico.
Así, el gobierno de Obama ha tenido momentos de brillo y momentos para el olvido. Esperemos que este Año Nuevo vuelva a hacer renacer a aquel individuo que hizo soñar a tanta gente.
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