El Genio del Corazón Roto
Llegó al aeropuerto rodeado de los secuaces que lo protegen, pero que al mismo tiempo lo engañan.
Su figura desproporcionada, sus incoherencias al hablar y su lento caminar hacen sentir lástima por él.
Salió del avión portando unos gruesos anteojos oscuros para impedir que el público lo viera a los ojos, para evitar que la gente escudriñara su alma triste y castigada.
Mal vestido y utilizando una gorra que escondía su encrespado cabello, Diego Armando Maradona proyecta la imagen de un hombre derrotado.
El argentino es simple y sencillamente una caricatura de los años gloriosos que vivió con el balón pegado a sus botines.
Ahora como técnico de Dorados de Sinaloa, Maradona muestra las secuelas de una vida descontrolada, alocada, llena de excesos y de sinrazones.
A sus 57 años de edad, arrastra las piernas, se le barre la lengua al hablar y se ve en la obligación de pausar sus palabras para que su mente pueda recordar lo que quiere expresar.
En realidad, Maradona llegó a México a confesarse y no a tratar de mostrarle al mundo que es un buen estratega.
En su primera conferencia oficial como entrenador de los peces, el argentino dejó escapar de su alma y de su corazón todas las penas que por años ha vendido arrastrando.
En su comparecencia ante los medios, Maradona no habló de futbol, y es que para este hombre, el futbol es lo menos importante de su vida.
Los 200 periodistas de todo el mundo que acudieron a cubrir la conferencia de prensa se transformaron en santos sacerdotes que atentamente escucharon la confesión de un ser herido.
Al aceptar todos sus pecados y todas sus culpas, Maradona trató de reivindicarse con la vida, y tal vez con Dios.
La verdad de las cosas, es que el que fuera considerado un genio del balón está todavía muy lejos de ganarse el perdón terrenal, y mucho menos, el indulto divino.
Mientras no le vuelva a abrir su corazón a sus dos hijas mayores, Maradona seguirá siendo un guiñapo triste y vulnerable.
No asistir a la boda de una de sus hijas y amenazar a la otra con meterla a la cárcel por supuestamente robarle dinero, son acciones de un hombre que en realidad no conoce el arrepentimiento.
Más que las drogas con las que intoxicó su cuerpo, el rencor que corre por sus venas es el veneno más grande que tiene a Maradona al borde de la locura.
El exfutbolista sabe que sus propios errores fueron los que le llevaron a perder la confianza y el amor de sus hijas, y eso es lo que más le duele.
En lugar de arrepentirse y suplicarles su perdón, Maradona siempre ha señalado a sus hijas como las instigadoras de sus desgracias.
Nada más lejano a la realidad que eso.
Poco importa como le vaya a Maradona en la dirección técnica de Dorados.
Ganar un puñado de partidos con ese equipo de segunda división no le servirá para expiar sus culpas.
Solo pidiéndole perdón a su hijas es que podrá vivir y descansar en paz.