El peso de las evidencias
America’s Voice
Este fin de semana los familiares de Sergio Adrián Hernández descendieron al lugar donde el menor se desplomó por el impacto de una bala disparada por un agente de la Patrulla Fronteriza debajo del llamado Puente Negro de la frontera y de rodillas lavaron la sangre derramada por su pariente.
Del incidente fatal, ocurrido el 7 de junio, quedó grabado un video tomado a través de un teléfono celular por transeúntes, que no deja dudas de lo ocurrido. El material audiovisual muestra el instante en que se hizo el disparo, desde dónde se hizo, y cuál era el entorno del momento.
La grabación hecha del lado mexicano, en Ciudad Juárez, y que tiene como fondo a El Paso probablemente se convierta en el referente principal de la investigación que realizarán las autoridades federales.
Otro video grabado con otro celular no presenta imágenes nítidas del sometimiento a la fuerza del indocumentado Anastasio Hernández Rojas por parte de agentes migratorios en el paso fronterizo de San Ysidro.
No obstante, la grabación registra los pedidos de ayuda del inmigrante y el reclamo del autor del video por el trato que los patrulleros le estaban dando al obrero, a quien le aplicaron descargas eléctricas y falleció posteriormente en un centro médico de San Diego.
La muerte de los dos mexicanos ha generado tensión en la frontera y cuestionamientos sobre la actuación de los agentes de parte de organizaciones como Amnistía Internacional y la Comisión de Derechos Humanos de México.
Los organismos están poniendo en duda la sapiencia de los agentes implicados respecto a las reglas de encuentro en zonas internacionales y la proporción de fuerza que se debe usar para dominar a un detenido.
Me imagino que en la Academia de la Patrulla Fronteriza en Artesia, Nuevo México, los futuros agentes reciben instrucción sobre las implicaciones de disparar hacía territorio foráneo, especialmente por lo escabroso que es trabajar en una frontera de 1,900 millas de longitud.
De acuerdo con estadísticas del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), entre el 1 de octubre de 2009 y el 31 de mayo de 2010 los patrulleros usaron sus armas de fuego en 31 ocasiones y fueron objeto de 799 agresiones.
Por su parte, la Secretaria de Relaciones Exteriores de México afirmó en un comunicado que “los casos de mexicanos muertos o heridos por el uso de la fuerza de las autoridades migratorias se han incrementado, al pasar de cinco en 2008, a 12 en 2009, y a 17 en lo que va del presente año”.
En su sitio de internet, el CPB presume de la enseñanza que se provee a los patrulleros describiéndolo como “uno de los programas de entrenamiento más rigurosos y exigentes del país” y como “la envidia de la comunidad de agencias federales de la ley”.
Los nuevos patrulleros son instruidos durante 55 días, menos de dos meses, en temas que van desde leyes de inmigración y nacionalidad hasta ética y conducta, además de que si no saben español, al salir del curso deben tener un conocimiento básico de ese idioma.
En contraste, el adiestramiento requerido para un policía de Los Ángeles es de seis meses y de un agente novato del FBI de cinco meses.
Actualmente, la Patrulla Fronteriza cuenta con más de 20 mil agentes —52 por ciento hispanos— cuya tarea se hace aún más complicada al no existir un sistema federal que regule de forma ordenada la entrada de trabajadores al país con las necesidades del mercado.
Nadie puede discutir la discreción soberana que tiene Estados Unidos para controlar sus fronteras, y decidir quienes ingresan a su territorio, pero esas tareas deben realizarse de forma transparente.