El Turismo
El hombre siempre se ha sentido motivado por conocer lugares diferentes de los que lo vieron nacer. Unas veces lo hace por necesidad para sobrevivir y otras para satisfacer su curiosidad cognoscitiva de explorador nato.
Por siglos, la capacidad de sus desplazamientos estaban basados en su propia fuerza motriz; así que en toda una vida eran pocas las distancias por las que se podía desplazar, además su supervivencia podría estar comprometida al desconocer territorios y no tener asegurada la disponibilidad de alimento y habitación. Muchos no llegaron a ir más lejos de una caminata diurna.
En épocas modernas, los viajes estaban reservados sólo para aquellos que tenían los recursos suficientes para poder transportarse; necesitaban verdaderos contingentes a su servicio. Reyes y aristócratas acostumbraban a realizar viajes de placer, o mejor dicho toda su vida era de comodidades sin fin.
A principios del siglo dieciocho y con el surgimiento de la revolución industrial y la capacidad creativa consecuente, se construyeron nuevos mecanismos de transportación marítima y terrestre. Carretas para la transportación por tierra, vías para trenes y embarcaciones para surcar mares y corrientes fluviales. A la transportación de mercancías se sumó la transportación de individuos para saciar la inquietud de exploración y los placeres de contemplar bellezas naturales.
En el Siglo XX se disparó la demanda de viajar. Las guerras había traído el conocimiento popular de lugares distantes. La reconstrucción europea sirvió de acicate para construir vivienda temporal para los turistas y los hoteles empezaron a multiplicarse por todas las plazas. El avión redujo distancias, espectaculares embarcaciones transportan comunidades completas al tiempo de que se dispone de variedades de planes de viaje por cuanto a costo, modalidades y alcances.
Qué decir de la visión de visionarios empresarios que construyeron ciudades específicamente para la distracción y la diversión como Las Vegas, levantada en pleno desierto, otras exclusivas para niños como Disneylandia o Legoland, museos como El Prado de Madrid, Louvre de París, Los Smithsonianos de Washington D.C., El Metropolitano de Nueva York, el Museo de Antropología de la Ciudad de México. El listado de plazas que visitar es interminable.
Países como España, Italia, Estados Unidos tienen infraestructuras turísticas que por mucho son de primera clase. Hoy no hay gobierno que no emprenda ambiciosos proyectos para explotar su historia, su geografía y su cultura para recibir grupos de turistas y flujos de ingresos que se traducen en empleo, construcción y bienestar.
Muchas ciudades están cambiando su paisaje para renovar su perfil turístico, particular ejemplo lo constituye la ciudad de Tijuana, que por muchos años estuvo montada en una imagen que dejaba mucho que desear, cual hoy explota un nicho estratégico como el turismo médico que ofrece las mejores opciones en cuanto a especialidades combinando una plataforma de profesionales calificados con tarifas que mejoran aquellas que se pueden obtener en otras ciudades.
Sin embargo, es necesario y urgente incorporar medidas que enfrenten acciones negativas y contraproducentes como la inseguridad, el desorden urbano y conductas que dejan mucho que desear como la explotación sexual, el consumo de drogas o excesos que atraen a individuos de costumbres negativas que ponen en riesgo no sólo las fuentes de ingreso sino también la armonía de una convivencia constructiva y enriquecedora.