Muerte y Salvación
La crucifixión y la muerte de Jesús el Nazareno, durante el dominio del Imperio Romano, es uno de los episodios más comentados de la historia de la humanidad.
Hoy, precisamente recordamos ese momento doloroso. Algunos, como la gente del Municipio de Nezahualcóyotl en México, la recuerdan en una forma dramática y muy peculiar. Hacen una completa reminiscencia de lo acontecido, incluyendo el viacrucis de Jesús, muestran a los judíos, a Pilatos, a los romanos, a María Magdalena, etc.
Tanto católicos como protestantes y partidarios de otras iglesias cristianas viven en carne propia ese momento doloroso. En países como en Bolivia, el gobierno permite cuatro días feriados para que sus habitantes puedan aliviar sus penas.
Paradójicamente la crucifixión, según los cristianos, es también un día de regocijo, de alegría y esperanza debido a que, en el fondo, la muerte de Jesús nos dio una vida nueva.
En otras palabras, como el sacerdote de una Iglesia Católica dice: “Jesús murió en la cruz para salvarnos de nuestros pecados”.
Increíble pero cierto. Jesús salvó no a una persona, sino a toda la existencia humana. Para los cristianos esta creencia es una cuestión de fe. No existe cuestionamiento alguno. La creencia está respaldada por la Biblia, particularmente por el Nuevo Testamento, y nada más.
Sin embargo, para aquellos que buscan indagar más allá de la fe y tratan de encontrar una respuesta lógica, objetiva, que esté de acuerdo con la historia, lo sucedido con Jesús es una verdadera incógnita.
Desde que fui monaguillo, durante mi niñez e inicios de mi adolescencia, raras veces tuve la fortuna de encontrar una respuesta concreta e inteligente con relación a la “muerte de Jesús y salvación de la gente”. Todo lo que me decían era en base a la fe.
Pregunté a sacerdotes, pastores, monjas, amigos, familiares, profesores de religión, y nunca encontré esa respuesta buscada. Ninguna explicación me convenció el misticismo oculto detrás de la muerte de Jesús.
Las respuestas normalmente eran una repetición de algún pasaje de la Biblia. La mayoría se perdían en el mecanicismo de la fe.
Busqué información en libros de filosofía, política e historia, incluso de economía, para encontrar la verdad de los hechos. No la encontré, pero la lectura me sirvió para darme una visión real de la época de Jesús.
Recordemos que en su época se erigía un Imperio Romano politeísta, culturalmente y políticamente muy avanzado para su tiempo, aunque inclinado a la promiscuidad y al libertinaje. Algunos líderes, como Calígula y el mismo Nerón, cometían las más grandes barbaries y orgías sexuales que han sido documentadas a través de libros, películas y series televisivas.
En otras palabras, el Imperio Romano, en los ojos de Jesús, era una sociedad indigna e inclinada a las perplejidades del demonio.
Años atrás decidí con algunos amigos y mi esposa ver la película de “La Pasión de Cristo” del cineasta Mel Gibson. Fue esta película y los libros de filosofía e historia que había leído anteriormente los que finalmente me dieron la luz para entender la realidad del misticismo de la salvación humana a través de la muerte de Jesús.
No sé si Jesús buscó una muerte tan dramática, lo cierto es que esa forma de terminar su vida mistificó sus creencias y propagó sus enseñanzas por todos lados. En pocas palabras, se hizo un mártir humano.
En el momento de su muerte, Jesús nos entregó una religión (la cristiana). Y es a través de esa religión en que el individuo aparentemente alcanza la salvación de su vida espiritual.
es profesor e investigador de Ecomonics On The Move. E-mail: hcletters@yahoo.com