Profanando la raza
Los problemas raciales se encresparon a raíz de los comentarios del presidente Barack Obama con relación a la trifulca verbal de un profesor de la Universidad de Harvard y un sargento de policía.
¿Quién tiene razón? ¿El profesor o el policía? Todo depende de quién hace el análisis de la situación. Créanme, eso nunca lo vamos a resolver.
En cuestiones de raza o de etnia, los blancos se emblanquecen, los morenos se “enmorenan”, los latinos se “enlatinizan” y los asiáticos se hacen más asiáticos. A la hora de resolver conflictos, todos quieren ganar, pocos son los que ceden, cada grupo étnico o racial es mejor que el otro y nada ni nadie puede hacerlos cambiar de opinión.
Al final, como en el caso del profesor Henry Louis Gates Jr. y el policía James Crowley, la situación queda más confusa, más tensa, con más enemistades que amistades.
Lamentablemente para el presidente Obama, un vaso de cerveza en un bar de la Casa Blanca sólo es suficiente para relajar el carácter bravucón del policía y suavizar el ego del catedrático. La situación de más tino político.
El problema de “racial profiling” (requisa racial o el voluntarismo de un policía de sospechar o detener a una persona por el sólo hecho de pertenecer a un grupo racial), es profundo y difícilmente se puede resolver de la noche a la mañana.
Cómo explicó recientemente el general retirado Colin Powell en una entrevista con Larry King, él fue víctima de “racial profiling” en el aeropuerto Nacional de Reagan de Washington. “Nadie dio crédito de que era el Secretario de Estado. Sólo veían que era negro y eso era lo que contaba para ellos”, dijo.
El presidente Obama lo sabe más que nadie. Gente como él e individuos de otros grupos minoritarios son objeto de “racial profiling”, no solamente por los policías sino también por los agentes de seguridad de las tiendas comerciales y otros centros públicos.
En una oportunidad, mientras trabajaba en una tienda de joyas para pagar mi colegiatura en la universidad, los agentes de seguridad se ponían en alerta en el momento en que un afroamericano hacía su entrada en el reciento. La forma de actuar de los agentes era perturbante.
El presidente Obama trató de hacer eco de esas conductas de “racial profiling”, pero sus comentarios en vez de apaciguar pusieron más gasolina al fuego. “La conducta del policía Crowley fue estúpida”, dijo. Los grupos de la derecha lo incriminaron por defender la actitud pedante del profesor de Harvard, al mismo tiempo de atentar contra la supuesta buena fe del policía.
A la hora de la verdad, Obama cometió el error de pintar la situación con una palabra altamente controversial.
De todos modos, el problema de “racial profiling” tiene que ser expuesto con todos sus males. Mientras la policía y los órganos de seguridad privada no reconozcan que es una forma de discriminación, los abusos hacia los grupos minoritarios estarán latentes.
El Presidente tiene una gran oportunidad de dar una lección de consciencia social. Un vaso de cerveza sólo logra apaciguar el ego del policía y del profesor. La gente necesita de una ley que ponga fin a estos lazos de discriminación racial.
Humberto Caspa, Ph.D., es profesor universitario. E-mail: hcletters@yahoo.com