¿Qué nos dejó Robin Williams?
LA COLUMNA VERTEBRAL
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Por Luisa Fernanda Montero
La muerte de uno de los actores más geniales de la industria del cine, que conmovió a millones de personas alrededor del mundo, sorprende por su crudeza. Pocos podemos entender que un hombre que fue capaz de derramar tanto talento y alegría guardara dentro de sí una tristeza capaz de matarlo.
La mala noticia es que el del actor multifacético es simplemente uno más de los miles de casos que se presentan anualmente en Estados Unidos y en el mundo. En este país cada año 39,000 personas se quitan la vida y cerca de 490,000 son atendidas en centros hospitalarios por lastimarse a sí mismos, de acuerdo con datos de los Centros de Control de Enfermedades -CDC-.
Al morir Williams empezaba a sufrir los primeros síntomas del Parkinson, pero además era víctima de ataques de ansiedad y depresión, y esa, la depresión fue la que lo mató.
“Esperamos que tras la trágica muerte de Robin, otros hallen la fortaleza para buscar la ayuda y el apoyo que necesitan con las batallas que enfrentan, y para que sientan menos temor”, dijo en un comunicado su esposa Susan Schneider; y ahí está el asunto.
¿Qué podemos aprender de un caso tan visible? ¿Cómo podemos atacar la depresión en nuestro entorno? ¿Qué hacer cuando es ella la que nos ataca?
Más de 350 millones de personas sufren de depresión en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud -OMS-.
El organismo internacional afirma que este es el trastorno mental de mayor crecimiento y se prevé que para el 2020 será la enfermedad de mayor incidencia.
La clave, según los expertos está en desarrollar lo que se ha llamado resiliencia, es decir, la capacidad de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse. Un arma para atacar la depresión que al parecer no todos poseemos.
No en vano, artistas como Jim Carrey, Catherine Zeta-Jones, Mel Gibson o Demi Lovato han confesado su depresión, una enfermedad con muchas caras que lleva a muchos a hacer una catástrofe de sus propias vidas y a otros a desarrollar lo que los especialistas llaman ‘la negación maniaca de la depresión’, que ocurre cuando una persona intenta demostrar una alegría excesiva que no existe.
Así que prenda las alarmas si usted o alguien cercano manifiesta al menos seis o más de estos síntomas durante dos semanas: tristeza profunda y sensación de vacío, desesperanza, pesimismo o rabia, irritabilidad e incapacidad para relajarse o para descansar, pérdida de interés en las actividades cotidianas que han sido placenteras en el pasado, incluyendo la actividad sexual, fatiga, dificultad para concentrarse, recordar detalles y tomar decisiones, trastornos del sueño y del apetito, ideas o intentos efectivos de suicidio y dolores psicosomáticos de cabeza, o estómago.
En un mundo acelerado y feroz en el que los retos son cada vez más complicados, no es difícil caer en las redes de la depresión; por eso es importante desarrollar estrategias personales y comunitarias para combatirla.
Las personas que tienen capacidades para resolver problemas y conflictos de forma pacífica, por ejemplo, pueden lidiar mejor con la depresión, así como aquellos que tienen un sentido de pertenencia y los que cuentan con recursos efectivos de atención clínica, pero sobre todo aquellos que son capaces de pedir ayuda.
La depresión es una enfermedad que mata. Debemos actuar si queremos mantenerla a raya. Ignorarla solo empeorará las cosas. En un estado de frustración, tristeza y desamparo total, la muerte se dibuja como el más simple de los descansos; la clave está en lograr lo que Williams no logró, mucho antes de ese punto. La buena noticia es que es posible.