Racismo en las Universidades
El racismo en nuestro país no termina. Cuando se le da una oportunidad, los filósofos y seguidores de la supremacía racista utilizan las debilidades del sistema político, económico, educativo, etc., para amedrentar y violar los derechos civiles de los grupos sociales más “pequeños”.
Lo anterior sucedió durante la colonia y luego continuó con la era republicana. Parecía que la diversidad estaba aniquilando al racismo poco a poco, a través de leyes proactivas y una fuerza masiva de protesta por parte de los grupos minoritarios, pero hoy nos damos cuenta que las actitudes racistas vuelven con firmeza y sin vergüenza a nuestra sociedad, tal como renace el muñeco espeluznante de las películas de terror.
El racismo tuvo sus momentos álgidos a fines del Siglo XIX e inicios del Siglo XX, cuando la filosofía Social Darvinista y racista de Hebert Spencer se impuso en el confín norteamericano.
Spencer cimentó el camino a la racialización norteamericana previo a la Segunda Guerra Mundial y contribuyó ostensiblemente a un movimiento social intolerante que culminó con la segregación institucional del sector público y privado, como en las escuelas, centros comerciales, restaurantes, buses, etc.
En el mundo jerarquizado de Spencer, los blancos se ubicaban en la cima de la varilla social, mientras que los negros en la parte de abajo, y el resto de las “razas” en el medio.
Los visos de racismo que se divisaban abiertamente durante ese periodo, recientemente se hicieron presentes en la Universidad de California San Diego.
Miembros de la fraternidad estudiantil Pi Kappa Alpha organizaron una fiesta para conmemorar las festividades de la Historia de los Afroamericanos. Los organizadores exigieron a los participantes a disfrazarse con una vestimenta viciada y estereotipada de los negros.
Aparentemente algunos estudiantes llegaron como gangsters y otros como pandilleros, con los pantalones anchos, la gorra y los calzados tenis extra largos. Fue un ataque contra la comunidad afroamericana.
Los estudiantes y el plantel de la comunidad afroamericana se unieron para protestar y sancionar a la fiesta como racista.
Dos días después del evento, el editor de una revista de esa universidad, el cual normalmente ridiculiza de los negros, latinos e islámicos, no solamente defendió a los organizadores de la fiesta, sino que hizo comentarios peyorativos contra la comunidad afroamericana. “Negros ingratos”, dijo.
Luego, una estudiante tuvo la vergüenza de dejar una soga de ahorca en los recintos de la biblioteca principal. La soga de ahorca es un símbolo maléfico de la supremacía blanca sobre los negros.
Recientemente, en las afueras de la universidad, se descubrió una estatua cubierta con una sábana de dormir, el cual hace reminiscencia a los miembros del grupo racista de los Ku Klux Klan.
Algunos defensores del odio y del racismo seguramente defenderán estos actos irracionales y despreciables como parte de la libertad de expresión. Por el contrario, son actos delictivos que deben ser sancionados y prohibidos porque claramente afectan los derechos civiles de otras personas.
Aquí los culpables no solamente son los estudiantes, sino también las autoridades de la Universidad de California San Diego. El peso del castigo deberá ser impuesto sobre ellos y sobre los estudiantes.
Los centros universitarios son espacios para la reflexión, la libertad del pensamiento y el descubrimiento científico, no es cuna de la intolerancia.