‘TA-MAL’
El pasado 2 de febrero se celebró el Día de la Candelaria, fecha folclórica en la que quien encontró al Niño Dios en la rosca de Reyes el 6 de enero invita a sus amigos a degustar uno de los manjares mexicanos más tradicionales los tamales.
Pues viene a cuento el asunto porque uno de los caricaturistas más perspicaz de México título su cartón del día como “TA-MAL” haciendo alusión a una imagen caricaturizada del presidente Peña que pregona la venta de tan exquisito bocadillo como “…TA-MAL la economía , TA-MAL la inseguridad, TA-MAL los salarios…” y otras consignas que retratan los temas que hoy más preocupan y enojan a los mexicanos en el año electoral.
Con una muy singular forma de ver y enfrentar los problemas, se satirizan con una buena dosis de humor negro, producto de la sabiduría ancestral que al burlarse de ellos se convierte en paliativo temporal para soslayar la cruda magnitud de las situaciones negativas que se confrontan en el día con día.
Pero el asunto se torna preocupante porque Peña Nieto, a través de su política de comunicación oficial, refiere en los actos públicos escenarios de gran optimismo y satisfacción respecto a su gestión que parece que él sólo ve o percibe, ejemplificado cuando advirtió que había sentido un temblor que nadie más había percibido; una especie de autismo político.
Es entendible que el mandatario y sus principales colaboradores evadan ejercer la autocrítica. Debe ser desgastante hacer el recuento de lo que he no ha salido bien frente a fuerzas que se resisten al cambio, o que no están dispuestas a esperar las promesas que se hicieron en las campañas.
El Presidente, en el inicio mismo de su gobierno, trazó un proyecto de cambio de gran envergadura a su decir de “Grandes Reformas” mismas que se habían postergado y no permitían superar los grandes retos de un país que no ha logrado capitalizar sus enormes recursos naturales y humanos por la carencia de políticas públicas eficientes.
Con gran esfuerzo se logró que los partidos de oposición se sumaran a la propuesta y se moviera el elefante blanco legislativo, pero sólo momentáneamente, para dar paso a modificaciones constitucionales que no se encontraban alineadas al proyecto de un México eficiente y productivo, argumentaba el discurso oficial.
Pero a casi seis años de su lanzamiento, los resultados prometidos están muy lejos de alcanzarse. Para acabarla de amolar, en muchos rubros los resultados son contraproducentes como el escaso crecimiento del PIB, la pérdida del poder adquisitivo, la pobreza extrema, el incremento de los servicios públicos que han incrementado sus precios sostenidamente pero no su calidad, y no merman los índices de delincuencia y percepción de la corrupción y la impunidad.
Súmense las consecuencias de fenómenos naturales que han golpeado a una población que ha visto perder su patrimonio y que no recibe ayuda efectiva para la reconstrucción de sus viviendas, y la insuficiente calidad de la infraestructura educativa eje de las reformas estructurales prometidas.
Los precandidatos en aras de convencer a los ciudadanos para obtener el voto, se muestran erráticos para ofrecer proyectos inteligentes. El abanderado del partido oficial hace planteamientos marginales para evitar mostrarse crítico al gobierno y perder la confianza del gran elector, y los partidos de oposición son más bien comparsa que no atina a ir más allá del descalificativo reiterado que anticipa el robo electoral.
Por el bien del país, es momento de que la ciudadanía se muestra exigente y obligue a los contendientes a que descubran sus verdaderas capacidades, y que sean éstas las que en definitiva permitan acceder a las grandes responsabilidades y retos que no pueden dejar de atenderse por el bien del tejido social y la armonía constructiva. Es necesario convertir del “‘TA MAL” en un “TODO BIEN hecho”.