Un año que viene y otro que se va… y seguimos sin la reforma
Hace exactamente cuatro años escribí mi columna de fin de año sin reforma haciendo referencia al aguinaldo puertorriqueño Cantares de Navidad, cuyo estribillo central dice: “un año que viene y otro que se va”.
Me atrevo a repetirlo con todo y título este año 2013, que ha sido una montaña rusa para mí a nivel personal, y en el ámbito profesional como parte del movimiento que lucha por una reforma migratoria que legalice a 11 millones de indocumentados.
Llevo casi 25 años siguiendo paso a paso el tema de la reforma migratoria, 20 de esos en la capital federal, primero como periodista y corresponsal, y los pasados cuatro años como activista pro reforma.
Durante todos estos años he visto de todo: las historias de éxito de los beneficiados por la última y verdadera amnistía de 1986 promulgada por el entonces presidente republicano Ronald Reagan, una amnistía no ajena a la controversia, sobre todo porque las sanciones contra patronos que contrataran indocumentados no se aplicaron debidamente y casi tres décadas después la cifra de indocumentados se disparó de tres millones a más de 11. Ese es el argumento que siguen usando los antireforma migratoria, ignorando que es una carretera de dos vías, y sin oferta de trabajos no hay demanda.
En época de vacas gordas todos se hacen de la vista larga ante la mano de obra indocumentada. En época de vacas flacas, los políticos encontraron en los inmigrantes sin papeles el chivo expiatorio perfecto.
Eso ha prevalecido en las pasadas casi tres décadas: la inmigración como tema para explotar elección tras elección sin buscar una solución viable al problema.
Este 2013 próximo a concluir no ha sido la excepción, aunque hubo significativos avances.
Por primera vez, desde que el presidente Barack Obama asumió la presidencia con la promesa de reforma migratoria, el tema avanzó en el Senado federal contra todos los pronósticos y se logró con apoyo bipartidista. Se trató de un plan que levantó ronchas en ambos lados del espectro: los ultracon-servadores siguen tachando de amnistía los 13 años que los inmigrantes tendrían que esperar bajo la medida para aspirar a la ciudadanía estadounidense. Otros sectores consideran el tiempo de espera excesivo y critican el duro lenguaje de seguridad fronteriza integrado al plan.
Pero la esperanza del avance del proyecto S. 744 el 27 de junio de 2013 dio paso a la frustración cuando la Cámara Baja de mayoría republicana empantanó la reforma.
A la vista de todos quedó la guerra interna y la falta de liderazgo republicanos en la Cámara Baja que ha permitido que una minoría extremista del Tea Party controle su agenda, del mismo modo que lo hizo en el tema presupuestario resultando en el cierre del gobierno este otoño.
A pesar de que existen los votos para aprobar por la simple mayoría de 218 un plan de reforma migratoria con una vía a la ciudadanía, el liderazgo republicano antepuso los deseos de una minoría sobre los votos de una mayoría bipartidista, así fuera mayormente demócrata.
Lo único que llegó al pleno cameral en materia migratoria fue la enmienda del congresista antiinmigrante Steve King, de Iowa, al plan de gastos del Departamento de Seguridad Nacional. La enmienda aprobada el 6 de junio le quita los fondos al plan de Acción Diferida que ampara a los DREAMers de la deportación y les concede permisos de trabajo. Se aprobó con el apoyo de 220 de los 234 republicanos de la Cámara Baja.
Pero contrario a otros años, la inacción republicana en inmigración se ha topado con un movimiento pro reforma sin duda mejor organizado, más unificado y más determinado que nunca, para seguir presionando hasta concretar esa reforma.
El 2013 próximo a concluir vio diversos tipos de movilizaciones, desde las más tradicionales, como son visitar oficinas de congresistas, hacer llamadas y marchas, hasta actos de desobediencia civil, arrestos, plantones y un ayuno que atrajo la atención del presidente Barack Obama, quien visitó a los ayunantes. El otro presidente, el de la Cámara Baja, John Boehner, y otros líderes republicanos prefirieron ignorar el ayuno, al menos públicamente.
Los activistas, empero, prometen que la presión se redoblará en la primera parte de 2014, año de elecciones intermedias donde aprobar la legislación es difícil, pero no imposible.
Sin esa reforma, el año 2013 siguió viendo a miles de familias separadas a un ritmo de 1,120 deportaciones diarias, muchas de ellas de inmigrantes que se beneficiarían de una futura reforma. Mientras los que tenemos la suerte podamos compartir con familiares las fiestas navideñas, miles de familias seguirán sumidas en la incertidumbre.
Razón por la cual el 2014 que se avecina verá presión por dos vías: para que la Cámara Baja apruebe legislación y, mientras eso sucede, para que el gobierno de Obama alivie esas deportaciones mediante acciones administrativas, ya sea amparando a nuevos grupos de personas, o implementando adecuadamente las reglas existentes para que verdaderos criminales sean los deportados.
En el 2014 pido por el milagro del bipartidismo para que se haga realidad la reforma.
Coincido con el congresista demócrata de Illinois, Luis Gutiérrez, en el siguiente punto: si los demócratas querían un proyecto de reforma migratoria perfecto, debieron presentarlo cuando tenían la mayoría cameral en 2009 y 2010.
Ahora hay que negociar y hacer concesiones si buscamos evitar que en 2014 la reforma fracase y tengamos que lidiar con más promesas incumplidas cantando otro aguinaldo puertorriqueño con el siguiente coro: “todos los años vienen con la misma cosa”.