Una Sonrisita por Favor
Las fotografías son el reflejo de lo que fuimos y de lo que ya no podremos ser.
Las fotografías son las huellas que guardan nuestros deseos, nuestras ilusiones, nuestros sueños, nuestros éxitos y nuestros fracasos.
Las fotografías son también el testamento del tiempo, de ese tiempo que no perdona a nadie, de ese tiempo que con sus filosas manecillas nos deja el rostro marcado de surcos.
Hace unos días me tocó renovar mi licencia de manejo.
Por cinco largos años, según yo, mi rostro no había cambiado mucho.
Por cinco largos años, cada vez que tenía que echarle un vistazo a mi licencia de manejo, pensaba que el de la fotografía seguía siendo el mismo.
Después de cinco largos años, tuve que ir al Departamento de Motor Vehículos para sacarme la rigurosa fotografía que se necesita para renovar la licencia de manejo.
El procedimiento en la oficina del DMV fue largo, tedioso y burocrático, pero al cabo de una semana el documento que me brinda el privilegio de manejar un vehículo llegó al buzón de mi casa.
Con ansiedad abrí el sobre y cuando vi mi fotografía en la licencia de manejo el impacto fue grande, si no es que devastador.
El blanco de mi cabello, cada vez más prominente, hace todo lo posible por mezclarse y esconderse entre el café claro de mi juventud.
La barba de cinco días, que antes era totalmente negra, es ahora una mezcla granulada de sal y pimienta que me hace ver como el hombre que ha tenido que luchar contra varios molinos de viento.
La fotografía de mi nueva licencia de manejo me hizo recordar lo que he hecho en mi vida y lo que dejé de hacer.
La fotografía de mi nueva licencia de manejo me llevó a enfrentarme con mis arrepentimientos y a abrazarme con mis buenas decisiones.
Te cuento todo esto porque la semana pasada leí una entrevista con quien fuera un gran apoyador de los Chargers de San Diego y los 49´ers de San Francisco, Gary Plumer.
En el artículo, Plumer se dijo arrepentido de no haber tomado más precauciones durante los 12 años que jugó en la NFL.
El exjugador aseguró que en su carrera profesional sufrió un mínimo de 2 mil 500 conmociones cerebrales.
La entrevista contenía varias fotografías de Plumer en la época en que dominaba el emparrillado.
Las fotografías mostraban a un joven lleno de energía y fortaleza tacleando a cuanto jugador se encontraba en su camino.
En la misma entrevista, se mostraba una fotografía actual de Plumer.
La diferencia entre el joven que en 1983 jugó su primer partido profesional y el hombre de 2018 es abismal.
“El fútbol americano se llevó mucho de vida”, dijo Plummer en un tono que a mi parecer denota el arrepentimiento que siente por no haber medido el riesgo de los golpes que daba y recibía en el campo de juego.
Las fotografías que acompañan el artículo periodístico de Plummer son mudos testigos de que el hombre que hoy sufre para recordar hasta su nombre, fue en algún momento un joven lleno de vida.
Así de crueles son las fotografías, así de frías son las fotografías, así de honestas son las fotografías.