Viacrucis del Migrante
Como ya es tradición en viernes santo, decenas de migrantes —en su mayoría deportados de Estados Unidos— marcharon en silencio por las calles de Tijuana cargando una cruz con el nombre de una mujer o un hombre que ha muerto en su travesía hacia los Estados Unidos.
Se trata del Viacrucis del Migrante organizado por la Coalición Pro Defensa del Migrante de Baja California, una conmemoración al sacrificio de Jesús y de todos lo migrantes que emigran en busca de una mejor vida.
Uno de los marchantes es Ezequiel Montes, un migrante originario de Aguascalientes que trabajaba en la ciudad de Los Angeles como jardinero y fue deportado hace dos semanas a Tijuana, luego de vivir casi toda su vida en los Estados Unidos.
Ahora Ezequiel vive el calvario de ser un extranjero en su propia patria.
“Es difícil, demasiado difícil, porque a uno lo tratan mal y sufre uno mucho, porque uno viene para buscar una mejor vida para nuestra familia y pues desgraciadamente no salen las cosas como uno quiere” dice el migrante mientras carga en el hombro una cruz blanca de madera con el nombre Leonel Huicanza Valenzuela escrito en letras negras.
Para Ezequiel el espíritu de ese migrante caído lo va a guiar en su camino de regreso a Estados Unidos, donde lo espera su familia, su trabajo, su vida.
“Yo se que la persona que traigo aquí, de la cruz que vengo cargando, me va a proteger de todos los peligros y me va a cuidar”.
Este año se recordó en particular la memoria de los cientos de migrantes asesinados en el Estado de Tamaulipas por bandas del crimen organizado que controlan las carreteras del Estado, asaltando a los migrantes que viajan en camiones hacia la frontera norte de México, privándolos de su libertad y forzándolos trabajar en sus cultivos de drogas y otras actividades delictivas, cuando lo único que buscaban era una mejor vida en los Estados Unidos.
Durante el Viacrucis los activistas pro migrante recordaron las estaciones de la pasión de Jesucristo, como el momento en que fue traicionado por Judas.
“Esto es lo que sienten cuando la gente delata a los migrantes para que los arresten, para que los deporten, porque les está quitando espacio, su trabajo, porque los molestan con sus costumbres y sus idiomas. Esa gente ha perdido su memoria, ha olvidado sus raíces, están ignorando que un día ellos mismos fueron migrantes, que lo fueron sus antepasados, han olvidado que la tierra pertenece a Dios y que todos los seres humanos tenemos que vivir en ella como inmigrantes y huéspedes” sostuvo el padre Luiz Kendzierski, director de la Casa del Migrante de Tijuana.
Para muchas mujeres mexicanas, emigrar es más doloroso al separarse de sus familias y las expone a muchos más peligros.
“Se arriesgan a que las violen, a que las secuestren, a que las maten como lo están haciendo, a que las engañen pero esto sería lo mínimo, diciéndoles que ya las cruzaron y todavía están en territorio mexicano” señaló Mary Galván, directora de la Casa Madre Asunta para Mujeres Migrantes.
La activista señaló que la trata de mujeres es también tremenda, “porque ahora es muchísimo lo que están cobrando por llegar hacia los Estados Unidos, alrededor de 7 mil dólares, y a muchas de ellas les dicen que no importa, que ellos las llevan pero allá trabajan para ellos, pero esto es en realidad trata humana, o como decimos, la nueva esclavitud”.
Pero no solo las bandas del crimen organizado presentan un riesgo para los migrantes, ahora también tienen que cuidarse de las mismas autoridades, sobre todo de los policías municipales de Tijuana.
“La misma policía de aquí siempre nos detiene y los maltrata, y la verdad yo que no conozco me da un poco de precaución no, temor” dijo nervioso Julio García, un migrante deportado que participó en la marcha, después de 39 años de vivir en Estados Unidos.
Ahora Julio se encuentra atemorizado de salir a las calles a buscar trabajo porque sabe que la policía está al acecho de los hombres con aspecto de migrantes, temeroso de que lo detengan por algún pretexto como no portar una identificación para extorsionarlo y quitarle su dinero a cambio de no llevárselo arrestado.
La marcha concluyó en el bulevar aeropuerto de Otay, donde por más de quince años los miembros de la Coalición Pro Defensa del Migrante han colocado cruces con los nombres de migrantes fallecidos sobre el muro fronterizo que divide a México de Estados Unidos.
Para finalizar el evento los activistas recordaron la sentencia que condenó a muerte a Cristo, misma sentencia a la que siguen siendo condenados los migrantes.
“La sentencia de muerte se repite cuando masas de trabajadores y sus familias se ven excluidos de la oportunidad de vivir una vida digna y verdaderamente humana en su propia tierra” señaló Mary Galván.