Whitman sin máscara
El gran error de Whitman no fue emplear una indocumentada, sino no extender su ayuda cuando su empleada indocumentada más la necesitaba.
Al parecer Whitman estuvo muy segura que Nicky Díaz, la empleada doméstica indocumentada, se iba a quedar callada. No sospecho que ella tendría la fortaleza para retarla ante la prensa y ante la sociedad norteamericana. Sintió que personas indocumentadas como Díaz no tienen la capacidad de reclamar sus derechos civiles.
Puede ser que Whitman la cobijó y le dio cariño durante los años que la mantuvo trabajando en su casa. “Nicky fue como una familia,” dijo. Puede ser que la haya pagado un sueldo apropiado. Puede ser también que haya sido muy condescendiente con los familiares de Díaz.
Lo anterior se queda en la especulación, en la duda, debido a que no existe pruebas que puedan certificar las palabras Whitman. Tampoco hay pruebas de abuso. Lo único que tenemos son acusaciones de un lado y del otro.
El juicio finalmente, lo hacemos todos nosotros de acuerdo a nuestras tendencias, creencias e información.
Sin embargo, existen pruebas claras de la deslealtad de Whitman. A pesar de todo el “amor” que decía sentir por Díaz, ella realmente nunca hizo utilidad de sus conocimientos, de su influencia, de su riqueza –al cabo dinero le sobra— para darle a su “hermana/hija” adoptiva una esperanza de legalización.
Con todo el dinero que tiene en sus arcas y en los bancos, Whitman prefirió que su nueva “pariente” desapareciera de su vida.
Le despertó el apetito político. Sintió que ella, y no otra, era la redentora del llamado de la población de California. Pensó que sus éxitos económicos en el sector privado iban a tapar cualquier duda política y ética que pudiera enmarañar sus pretensiones hacia el gobierno de California.
El electorado californiano de alguna manera se había olvidado o la había perdonado la falta su ética política. Por muchos años no votó. Ni siquiera estaba inscrita en un partido político. Sólo cuando sintió las ansias de volcarse por la gubernatura de California, Whitman consideró en registrarse en el Partido Republicano.
Muchos de los votantes –incluyéndome a mí— habíamos olvidado su pasado pobre en la política y pensamos que podía ser una líder ejemplar.
Sin embargo, creanme, lo que hizo con Díaz no tiene nombre. Su falta de tacto moral y familiar no se queda en el olvido. Lo que hizo ejemplifica su interés —si es que tiene alguno— en la comunidad latina.
A la hora de la verdad, los intereses de la comunidad latina están en ayudar, inicialmente, a un DREAM ACT, que Meg Whitman se opone. Luego viene la regularización de más de 12 millones de indocumentados. Hasta ahora no es muy clara su posición en torno a esta política, pero lo más probable es que se opone.
Meg Whitman evidentemente demostró fortaleza y vigor personal para tomar decisiones importantes en el sector privado. Su empresa obtuvo muchas ganancias cuando ella estuvo como jefe.
Sin embargo, en la política se entremezclan muchas cualidades personales que hacen a un líder más eficaz. Whitman no reúne esas cualidades.
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