1776
El año de 1776 se significó por dos fechas relevantes. La primera fue la firma de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, resultado de la lucha de colonos decididos a combatir las desgastadas y desproporcionadas formas de control de la monarquía británica, imperio que a partir de esa fecha inicia su decadencia como potencia dominante al tiempo que se construye una democracia vigorosa y efectiva en el nuevo continente.
Adicionalmente, en ese mismo año se publica una obra que revoluciona el modelo económico mercantilista de fronteras cerradas. Adam Smith da a conocer su texto “La Riqueza de las Naciones”, en él establece visionariamente que el libre intercambio de mercancías entre países es el único instrumento generador de valor, y que la división del trabajo actúa como el combustible dinámico de las economías industriales.
A 240 años de esos cambios de paradigma -democracia y capitalismo-, hoy se pretende transitar en la ruta inversa del proteccionismo y los nacionalismos radicales. Por eso preocupa observar el surgimiento de visiones retrógradas que se oponen al libre comercio internacional proponiendo la inviable fórmula de la autarquía (vivir solo del mercado interno) y obstaculizar, paralelamente, cadenas productivas globales que potencializan el intercambio de bienes y servicios competitivos en beneficio de los consumidores, empresarios y trabajadores todos los continentes.
A lo anterior se suman liderazgos que empequeñecen y desgastan, producto de visiones de mira corta, dominados por egos e intereses de grupo que sólo convencen y convienen a quienes cómodamente buscan instalarse en el imposible y absurdo espacio de los privilegios exclusivos.
Ante un horizonte tan poco favorable y los riesgos de una crisis sin sentido, no queda más opción que denunciar y enfrentar ese gris horizonte; por supuesto, que sin caer en la ruta improductiva de la confrontación o de la eliminación a rajatabla del adversario. Todo lo contrario, se impone revisar y fortalecer los canales de acercamiento y generación de sinergias que permitan recomponer lo que ya no es funcional e innovar métodos y esquemas de trabajo que se desprendan de las cargas que no están respondiendo a las exigencias de los grupos mayoritarios y de los promotores del progreso.
Hay que favorecer la mejora de los ingresos individuales, familiares, comunitarios, y regionales para incrementar la eficiencia en la manufactura de productos y servicios que fundamentalmente induzcan a los individuos para sumar energías en la construcción de nuevos vínculos humanos virtuosos.