1989 la caída del “Muro de Berlín”: se nos olvida
Después de la Segunda Guerra Mundial se reestructuran las fronteras. Una de las modificaciones fue el anexo a la Unión Soviética (URSS) los territorios de Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, así como parte del territorio de Finlandia y Rumania. Alemania se dividió entre Estados Unidos, Francia, Reino Unido y la Unión Soviética (URSS), aunque al final podemos hablar de dos bloques, el bloque del este y el bloque del oeste.
La tensión entre Estados Unidos y la URSS se intensificó después de la Segunda Guerra Mundial, e inició la Guerra Fría. Una de las consecuencias de la tensión entre estas potencias fue la construcción del “Muro de Berlín”. El 15 de junio de 1961 Walter Ulrich, quien era el Presidente del Consejo de la República Democrática Alemana en un discursó, hizo mención a que no había intenciones de construir un muro, pero una llamada con el líder soviético Nikita Khrushchev cambió este sentimiento y el 12 de agosto de 1961, Ulrich firmó el decreto para cerrar la frontera de Alemania del Este con Alemania del Oeste.
El trabajo para cerrar la frontera inició de forma inmediata el 13 de agosto de 1961, la frontera fue resguardada, las vías de comunicación entre las dos Alemanias destruidas, se cercó con alambre de púas más de 156 kilómetros (97 millas) e inició la construcción del “Muro de Berlín” de 27 kilómetros. Durante estos acontecimientos es difícil imaginar lo que sufrieron las familias tanto de Alemania del Este como del Oeste, es como si un día se decidiera cerrar la frontera entre México y Estados Unidos y las familias en ciudades fronterizas de Nogales, Sonora y Nogales, Arizona quedaran divididas, y por más de 28 años no pudiesen comunicarse. No existiría siquiera la posibilidad de cruzar ni en “día de muertos” o en “día de acción de gracias”. Conforme pasan los años llegamos a olvidar los costos políticos, económicos, sociales y de vidas humanas que costó el que hubiera democracia en Alemania.
A 20 años de la caída del “Muro de Berlín” quiero recordar con algunos datos duros e imaginación, lo que sufrieron los alemanes durante los 28 años de separación forzada, a través de los ojos de un niño de 7 años de edad.
Cuenta el niño Franz: Todos los domingos íbamos a comer a casa de mis abuelos, pero era un día especial porque mi abuelo cumplía 60 años. Mis papás y yo vivíamos en Berlín del Este; el domingo 13 de agosto de 1961 no pudimos cruzar la frontera a casa de mis abuelitos quienes vivían en Berlín del Oeste. Recuerdo que nos fuimos a la frontera y yo veía las caras de todos, mi mamá lloraba. Nos subimos al techo del carro para poder ver a mis abuelos a lo lejos, con pañuelos los saludábamos. Cientos de personas estaban en ambos lados de la frontera, se saludaban con señas y lloraban. Mi abuelo abrazaba a mi abuela mientras ella con su mano izquierda ondeaba en lo alto un pañuelo blanco y con la mano derecha se quitaba las lágrimas de la cara.
Yo tenía siete años y no lograba comprender lo que pasaba. A unos 10 metros de donde estábamos una máquina excavadora hacia una zanja y rompía una de las calles que comunicaba a las dos Alemanias. Llegaban los soldados con rollos y rollos de alambre de púas y lo iban poniendo a lo largo de la frontera, mientras, en uno de los edificios cercanos los soldados quebraban las ventanas e iban sustituyendo los huecos con ladrillos y cemento. Conforme avanzaba el día la tensión, la angustia, la desesperación aumentaba. Yo lloraba, quería ir con mis abuelos, no entendía lo que pasaba y me preguntaba “¿Por qué nos separan, qué hicimos mal, el siguiente domingo vamos a celebrar el cumpleaños de mi abuelo?”.
Los días pasaron y el ambiente era cada vez más denso. Yo veía cómo iban levantando un muro entre Berlín del Este con Berlín del Oeste de más de 3.6 metros de altura (19.8 pies). Todos los domingos, desde que inició la construcción del “Muro de Berlín” mis papás y yo íbamos a la frontera, del otro lado estaban mis abuelos, nos aventábamos muchos besos. Un día, meses después desde que inició su construcción, se colocaron las últimas piezas del muro, ése fue el último día que vi a mis abuelos porque el alto “Muro de Berlín” no me dejó verlos nunca más. El gobierno de Ulrich edificó una pared con más de 106 kilómetros de largo (66 millas), una zanja de 104.5 kilómetros (65 millas) y 67.5 kilómetros de cerca metálica con alambre de púas (42 millas).
La situación cambió nuestras vidas para siempre, no obstante durante el mes de octubre de 1989, millones de berlineses salimos a las calles a protestar, exigíamos nuestra libertad, algo que nunca pensé que tendría otra vez. Como era costumbre, los jueves mis papás y yo comíamos juntos; ese día, 9 de noviembre de 1989, inició como tantos otros en que íbamos al mandado, al banco, entre otras tareas, recuerdo que estábamos ya en la casa de mis papás viendo la televisión, cuando Gunter Schabowski, miembro del Consejo, anunciaba a la prensa que todos los berlineses podíamos cruzar la frontera de forma inmediata si así lo deseábamos. Gunter leyó el documento mal, porque la nueva ley no tenía efecto de forma inmediata y requería una visa, pero la presión ciudadana obligó a que se abriera la frontera y que todos pudiéramos cruzar de forma pacífica a Berlín del Oeste. Mis papás, mi hermana, mi cuñado y yo, nos fuimos a la frontera con los millones de berlineses a celebrar. Juntos nos pasamos un pico y le dábamos duro a esa pared, no dormimos de la emoción. Entre todos tumbamos el muro.
Hoy han pasado 20 años desde la caída del “Muro de Berlín”; tengo 55 años y junto con mi familia acostumbramos ir al cementerio a visitar a mis abuelos, a quienes vi por última vez en 1961. Lo que vivimos, lo que sentimos, lo que sufrimos, son momentos que no debemos olvidar, son momentos que debemos recordar, que debemos compartir, sólo así evitaremos que se vuelvan a cometer este tipo de errores y atrocidades.
Fin