Aterradora Realidad
Hay científicos que afirman que para el año 2100 la humanidad se convertirá en una sociedad robotizada.
Eso quiere decir que habrá máquinas que no solamente harán el trabajo del hombre, sino que también responderán a sentimientos e instintos.
De acuerdo a los expertos cibernéticos, en el próximo siglo existirán robots capaces de detectar y responder a la felicidad, el amor, la maldad, y cualquier otro sentimiento que emane de un ser humano.
Cuando eso suceda, los seres humanos comenzarán a actuar más como robots y los robots comenzarán a actuar más como seres humanos.
Solo pensar en esa situación es suficientemente alarmante. Da miedo imaginar que la humanidad, como la conocemos hoy, se acerca a su final.
Lo peor de todo esto es que justo el día de hoy y ante nuestros propios ojos, ya estamos viendo la transformación de seres humanos a robots.
Por lo menos, esa es la impresión que me dan los aficionados que asisten a los estadios deportivos de los Estados Unidos.
Me resulta increíble ver cómo 50,000 personas pierden al mismo tiempo su autonomía racional al dejar manipular sus sentimientos.
Los aficionados estadounidenses que asisten los estadios encienden su sensibilidad solamente cuando algo o alguien se los pide.
Es absolutamente necesario que los fanáticos reciban una orden para que dejen escapar sus emociones.
Cuando en la pizarra de los estadios aparece la palabra “Aplausos”, la gente comienza a palmotear.
Cuando la palabra desaparece de la pizarra, la gente deja de emocionarse.
Cuando en la pantalla gigante del estadio aparece la frase “Hagan Ruido”, los aficionados pasan de un estado catatónico a uno de exuberante rebeldía.
Los comandos en la pizarra electrónica no son lo único que hace a los aficionados estadounidenses actuar como robots.
En los partidos de béisbol de las Grandes Ligas, los acordes de un órgano los que hacen que la gente automáticamente grite: “¡Vamos!”.
La tonada se repite tres veces seguidas y los aficionados gritan tres veces seguidas: ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos!
Me parece tristemente increíble que mientras no aparezcan las arengas en las pizarras o los acordes musicales en los altoparlantes, el público se mantenga totalmente pasivo.
De no ser por las órdenes que reciben para cambiar su comportamiento, los fanáticos pasarían la mayor parte del tiempo sentados y sin expresar ninguna sentimiento.
Siento decirlo, pero la automatización de la sociedad ya nos alcanzó, por lo menos en aquellas instancias donde la gente se deja manipular sus sentimientos.
No es posible que masas enteras se comporten como verdaderos ejércitos de robots en los estadios.
Las personas que aplauden una jugada porque así se los pide una pizarra, los que lanzan un grito de apoyo a su equipo porque un instrumento musical se los indica, son personas que ya actúan como máquinas y no como seres humanos.
No hay que esperar a que la manta del Siglo XXII nos cubra el rostro para mostrarnos la terrible realidad de una sociedad robotizada.
Basta con ir a cualquier estadio de este país para ver como miles de personas reaccionan solamente cuando un impulso ajeno a sus sentimientos se los pide.
La era de la robotización del ser humano ya está entre nosotros.