Desobediencia civil y Objeción de conciencia
Hablar de objeción de conciencia en un mundo como el de hoy altamente violento y armamentista parece algo absurdo o fuera de lugar, sin embargo, es sumamente importante recordar lo valioso y amplio que es nuestro derecho a la libertad de conciencia.
Hablar de objeción de conciencia o desobediencia civil que no es exactamente lo mismo, ya que el desobediente se manifiesta públicamente ante una ley que considera injusta, mientras el objetor basado en su conciencia y principios se rebela a cumplir con una orden que vulnera su derecho a la libertad de conciencia, es como decía antes un poco ilógico e irreal en este presente sembrado de sembrado de autoritarismo, impunidad, prejuicios, corrupción, de temor y desconfianza hacia el sistema y hacia las autoridades.
Siendo ya abogada, poco se me había ocurrido meditar sobre este tema el que en algún tiempo fue favorito de acaloradas discusiones en las aulas de la Universidad. Recuerdo que por días y días no hablábamos de otra cosa que no fuera objeción y desobediencia, pero al terminar la carrera uno lo que quiere es trabajar y encontrar su camino dentro del mundo de las leyes. Es así que tuvieron que pasar varios años antes de que me reencontrara con estas apasionantes figuras de los derechos humanos como son la objeción y la desobediencia civil.
Sucedió cuando tuve la oportunidad de conocer en carne y hueso a un objetor de conciencia, un abogado joven español que había llegado a la Piura, en Perú, a realizar trabajo social con los más pobres y desprotegidos para la Diaconia para la Justicia y la Paz, una organización de la Iglesia Católica que brinda servicios relacionados con los Derechos Humanos a los campesinos y gente de bajo recursos (que son casi todos) allá en Perú.
El objetor que conocí era el único abogado que entraba al Poder Judicial Corte Superior de Piura, en zapatillas y con el pelo largo recogido en una cola; pero es preciso decir que la primera vez que intentó hacerlo le negaron la entrada por no encontrarse vestido con “propiedad” según se dijo.
Tuvo que hacerse una presentación por medio del líder de la Iglesia Católica al Presidente de Corte para que posteriormente y sin cambiar su atuendo el joven abogado pudiera transitar por los pasillos de la Corte en compañía de sus humildes campesinos. Luis, que así se llama, se convirtió en objetor de conciencia porque se negó a integrar las filas del ejército en su país en concordancia con sus principios de pacifista, por ello se dispuso que brindara servicio social por dos años. El escogió salir de su país, sirvió su primer en año en la India y en su segundo año de servicio fue que llegó al Perú. Haberlo conocido es como haber visto una figura del derecho convertirse en persona frente a mi.
En Perú, el tema de la desobediencia civil y la objeción de conciencia alcanzó su más alto nivel de movilización en los años de 1998 y 1999 cuando grupos de jóvenes y organizaciones de Derechos Humanos se dispusieron a resistir hasta lograr la reforma de la Ley del Servicio Militar Obligatorio, valga recordar que en aquellos años, las levas se habían tornado intolerantes por la cantidad de abusos que se cometían, camiones del ejercito salían y levantaban a muchachos de las calles a cualquier hora, usualmente al atardecer quienes sin más ni más eran llevados y encerrados en los cuarteles, mientras los padres y familiares desesperados los buscaban en hospitales, salas de emergencia y en la morgue. Una vez reclutados a la fuerza ya no podían salir del cuartel hasta que cumplían el primer mes de encierro.
Con estas acciones el gobierno peruano estaba violando flagrantemente los derechos de los jóvenes varones, menores de edad en su mayoría, a quienes se les quitaba el derecho a la libertad violentando a su vez el derecho de patria potestad de los padres. No está de más recalcar que estas levas tenían un alto sentido discriminatorio porque se cometían contra los chicos pobres de barrios marginales, la mayoría de ellos con rasgos indígenas; nunca se realizaban en barrios de gente de clase media o acomodada y menos se levantaban muchachos de padres con dinero o rasgos étnicos blancos o criollos o de otras razas.
La movilización, la presión social, obligó al debate público y finalmente se logró luego de mucho trabajo que se reformara la Ley del Servicio Militar en Perú y se prohibieron las levas …. ¿Qué hubiese pasado si no hubieran habido movilizaciones sociales? ¿Qué hubiera pasado si uno cuantos peruanos no hubieran tenido conciencia de desobediencia civil y de Resistencia ante las injusticias?
Muy simple, nada hubiera cambiado. Sin desobedientes civiles, sin objetores de conciencia pocas esperanzas tendremos de ver cambios positivos en favor de las personas y comunidades, por ello es importante resaltar definiciones y diferencias con la finalidad de puntualizar claramente una figura de otra. El desobediente civil se niega a obedecer leyes o decretos que considera lesivos para la naturaleza humana a grandes rasgos su accionar toma la forma de resistencia pasiva, ya sea en forma de huelgas de hambre, manifestaciones públicas, boicots comerciales, manifestaciones pacíficas de brazos caídos. La objeción de conciencia es una expresión del derecho que señala una postura ética frente a una imposición legal o castrense como el servicio militar, por medio de la cual el objetor apela a su derecho de libertad de conciencia individual y se niega a realizar acciones que considera van en detrimento de su propia personalidad.
En 1784 el filósofo alemán Kant hablaba de objeción de conciencia al decir que se podía usar en la esfera publica y moral , además Kant señalaba que
Usualmente y quizá con mala intención se pretende mezclar o confundir a los desobedientes civiles y los objetores de conciencia con los anarquistas, delincuentes comunes, o con los subversivos, figuras que son totalmente contrarias y diferentes; tenemos así que los subversivos son los que se ponen fuera de todo principio democrático, por lo tanto, creen que desde se individualidad pueden elaborar el sistema político. El subversivo, no respeta la dignidad ni la integridad de las personas, atenta contra la libertad pública utiliza la violencia.
El delincuente común también por medio de la violencia defiende sus intereses privados sin tomar en cuenta la integridad, la propiedad privada, atenta contra los derechos humanos. El delincuente común es además un agresor y el anarquista no propone ningún tipo de gobierno, propone el caos y el desgobierno. He visto durante el ejercicio de mi profesión suceder hechos casi milagrosos de reconocimiento de derechos originados por personas que se atrevieron a ser diferentes y que lucharon por un cambio y que lo consiguieron, de esos es que tienen que haber mas, esos héroes anónimos o no anónimos que ponen el granito para que el gran cambio alguna vez suceda, como me dijo un recordado amigo defensor de los derechos humanos… Nosotros aun creemos en las utopías … ¿y usted?
Kcomtt es Abogada- Ex Juez Peruana