Don´t ask, don´t tell
Muchos creen que el gran pecado de Bill Clinton fue tener relaciones amorosas con una estudiante becaria que le permitió realizar las ilusiones sexuales más impuras en plena Oficina Oval de la Casa Blanca.
En términos generales, la Administración de Clinton ha sido vista de buena manera por la población norteamericana y críticos alrededor del mundo.
Durante sus ocho años en la Casa Blanca, Estados Unidos creció como nunca. El Internet y las nuevas formas de comunicación revolucionaron al mundo. La economía tuvo un crecimiento sostenido, hasta el punto de balancear el presupuesto. Es decir, por primera vez después de muchos años, hubo más entradas que salidas.
Por eso Clinton es muy popular con la gente de clase media, incluso con muchos republicanos de corte moderado y empresarios.
Sin embargo, la Administración de Bill Clinton tuvo un gran pecado capital. No fue precisamente Mónica Lewinsky, aquella estudiante becaria que todos recordamos, sino fue establecer una política anacrónica, irreal y discriminatoria contra un segmento minoritario de la población norteamericana.
Nos estamos refiriendo a un acuerdo tácitamente firmado entre la Casa Blanca y el Pentágono, el cual tiene el nombre de “don´t ask, don´t tell” (no pregunte, no diga).
Según algunos datos por parte de órganos periodísticos más de 14,000 militares gays y lesbians fueron dados de baja de sus instituciones militares por el simple hecho de divulgar su identidad sexual en forma pública.
Entre esos empleados militares hubo gente que prestó su servicio con mucho profesionalismo, ética y patriotismo. Al gobierno no le importó nada. La política de “don´t ask, don´t tell” los alejó de su trabajo, los despojó del sueño de servir a su patria y los dejó en la calle.
Lo bueno es que esta política está en su tramo final. Un gran número de norteamericanos –tal vez la mayoría— se opone al “don´t ask, don´t tell” y quieren que los gay y lesbianas puedan desarrollarse profesionalmente dentro de las Fuerzas Armadas sin ningún riesgo a ser despedidos por su estilo de vida.
Por otra parte, una minuciosa investigación de un personal militar del Pentágono ha constatado que el “don´t ask, don´t tell” no tendrá mayores efectos sicológicos en el personal militar que trabaja a lado de personas homosexuales. Según el reporte, existirá alguna situación anómala por parte del personal militar que tiene prejuicios personales contra los gays y lesbianas. Pero será a un principio pero no a largo plazo.
En consecuencia, el presidente Obama y altos jefes del Pentágono están presionando a los representantes del Senado y de la Cámara de Representantes para que pasen una legislación que permita a los gays y lesbianas operar en forma libre dentro de las instituciones armadas.
Tal como sucede con la ley del DREAM ACT, este mes de diciembre es crucial para que se apruebe una ley que beneficie a la comunidad homosexual. El próximo año, los recién elegidos a la Cámara Baja del Congreso, muchos de ellos republicanos, harán todo lo posible para que la política “don´t ask, don´t tell” prosiga su curso.
En este sentido, el tiempo es oro. Ahora que existe una mayoría demócrata en las dos cámaras, los representantes tienen que buscar maneras para la aprobación de una nueva ley. El Presidente, como lo destacó anteriormente, está presto a firmarla.
El mes de diciembre tiene un significado especial para las fuerzas progresistas de la nación. Hay dos propuestas muy importantes que están en el limbo. La de los estudiantes indo-cumentados y de los gays y lesbianas.
Si el Congreso no concede una nueva ley, la situación pare estos grupos se muestra muy precaria. El Congreso debe actuar con aplomo, seguridad y justicia. ¡Es ahora o nunca!