El Gasto No Hará Que Nuestra Economía Crezca
Margaret Thatcher
Con nuestro país sumido en una recesión, es fácil de olvidarse de lo obvio: Seguimos viviendo en el país más próspero e influyente de la historia.
Lamentablemente, el Congreso y la administración Obama están poniendo a nuestro país en una senda peligrosa: aumentando el gasto público de forma masiva al mismo tiempo que aumentan el déficit nacional. Peor aún, nuestro gobierno ha preferido tomar partido por los sindicatos en vez de abrir nuestra economía al resto del mundo con acuerdos de libre comercio. ¿Será nuestro país capaz de cambiar de rumbo antes que sea demasiado tarde?
Desde que asumió el cargo, el presidente Barack Obama ha estado a la cabeza de un gobierno abocado en uno de los mayores derroches de gasto público en la historia de nuestro país. Eso incluye el llamado “paquete de estímulo” (precio: 787 mil millones de dólares); el Congreso gastará más de 3,6 billones de dólares este año. La generosidad del Congreso ha pasado por rescatar a todo el mundo, desde Wall Street hasta la industria automovilística. En pocas palabras, el Congreso se ha visto muy presionado como para negarse a dar dinero federal a quien se lo pidiera.
Peor, el Congreso está pensando meterse en aventuras aún mucho más caras: Muchos legisladores progresistas se proponen “reformar” otras industrias nuestras: La de seguros médicos y la energética.
En el tema de la atención médica, las propuestas del Congreso se quedan cortas para considerarlas verdaderas reformas. En vez de potenciar al individuo y aumentar las opciones de los consumidores, los comités congresionales han optado por planes costosos que pondrían al frente al gobierno – en vez del individuo – impidiendo así que tengamos verdaderas opciones y que haya competencia.
Y aunque la reforma del sistema de salud haya dominado los titulares de los periódicos durante los últimos meses, unas cuantas figuras poderosas en el Congreso también han ido trabajando silenciosamente en un sistema de canje de emisiones de CO2 que impondrá impuestos a innumerables pequeñas empresas e individuos.
No es sorpresa que el ahorro jamás sea tan popular como el gasto. Pero mientras los legisladores pueden pensar que están ganando concursos de popularidad, también deberían preguntarse: ¿Es este planteamiento realmente lo mejor para nuestro país?
Como está la situación, el creciente déficit de la nación nos está obligando a pedir al extranjero dinero prestado – especialmente a China.
Aunque pedir dinero prestado a otros países no es algo necesariamente malo, trabajar para cuadrar el presupuesto mientras se limita el déficit nacional sería indudablemente algo mucho mejor. Además la historia nos recuerda cómo la otrora poderosa economía inglesa gradualmente empezó a contraerse cuando el país dejó de dar créditos y se convirtió en buscador de créditos.
En pocas palabras, nuestra inmensa riqueza no es algo que podamos dar por hecho. No podemos asumir que la prosperidad de nuestro país – y la influencia que viene con ella – sea automática. El Congreso y esta administración serán juzgados por lo que hagan para asegurar con sus decisiones políticas que mantengamos nuestra posición en el mundo.
El Congreso debería limitar su pródigo gasto y considerar seriamente mejores fórmulas para que nuestra economía crezca. Para empezar, el Congreso debería ver cómo reforma los gigantescos programas de beneficios – inclusive Medicare, la Seguridad Social y Medicaid – que están a punto de llevar a nuestro país a la quiebra.
También, el Congreso debería buscar formas de alentar la productividad, que es uno de los motores centrales de nuestra economía, con rebajas fiscales para estimular el crecimiento y la creatividad. De otro modo, la arrogancia y la autocomplacencia del Congreso podrían ser la receta de nuestra perdición.
Israel Ortega es especialista en Medios de Comunicación y Prensa de la Fundación Heritage en Washington, D.C. www.heritage.org. Traducido por Miryam Lindberg.