El macho de Argelia
Comentario:
Por Humberto Caspa, Ph.D.
A manera de relajamiento y como una forma de recibir el despertar de la mañana, mi esposa normalmente sintoniza radioemisoras en español para escuchar sabrosas melodías latinas.
No hay nada mejor que una bachata dominicana o un ballenato colombiano mientras se saborea un café en la mañana.
La música latina –muy a pesar— está combinada por programas de talk shows que no hacen ningún favor a la inteligencia del ser humano. Estos programas se dedican más a la farándula, a los chismes de las personalidades del medio artístico, que a noticias serías o al análisis social.
El día martes por la mañana sucedió algo interesante en el programa de “Omar y Argelia”. Uno de sus conductores, Argelia Atilano, invitó específicamente la llamada de “madres de familia” para que le recomienden sobre un problema que se suscita en su hogar. Por cuestiones que aún ignoro, a los hombres no nos incluyó.
Resulta que sus dos niñas, Camila y Anabella, se despiertan en la noche y no le dejan dormir. El dilema de Argelia es dejarlas llorar o darles más cariño para que vuelvan a descansar. Ella prefiere la segunda opción, pero la deja cansada y con ojeras.
Para mi gusto, el problema es mucho más complicado. Tal como Argelia presentó su dilema, la crianza de los niños es una cuestión de la mujer. Su esposo y también conductor del mismo programa, Omar Velasco, aparentemente duerme sabroso, no le importa si sus niñas lloran toda la noche.
Lo insólito es que los dos, Omar y Argelia, desempeñan el mismo trabajo. Los dos tienen las mismas horas en el show, pero uno de ellos, Argelia, aparentemente se ocupa de las labores de la casa.
Omar Velasco, aunque nunca lo dijo, es el macho de su hogar y no tiene por qué hacerse cargo de roles que específicamente corresponden a su mujer.
Catherine MacKinnon, catedrática de derecho de la Universidad de Michigan, y otras figuras intelectuales que se dedican al análisis de la mujer en la sociedad seguramente cuestionarían el rol de Argelia en su hogar.
De acuerdo al análisis de estas intelectuales, existen roles que por naturaleza de la vida corresponden a la mujer o al hombre. Hay también algunos roles que son sociales. Es decir, los roles sociales parecen naturales, pero son realmente imposición de los grupos dominantes —del hombre— sobre grupos dependientes –la mujer.
El primero mantiene al segundo en un estado de sumisión, dependencia y vulnerabilidad para su dominación.
Por ejemplo, la capacidad de procrear y producir internamente a un bebé es una cualidad natural de la mujer. Así como también amamantar al bebé o darle alimento vía glandulares mamarias.
Sin embargo, la crianza de los niños –darles educación, cambiarles el pañal, hacerlos pasear y, en el sentido de la pregunta de Argelia, hacerlos dormir— no es un rol exclusivo de la mujer. De acuerdo a filósofas feministas, no se sabe si corresponde a la mujer o al hombre. Pero si se sabe que son imposiciones del fuerte sobre el débil.
En algunas sociedades más conservadoras, como en los países del Medio Oriente (Arabia Saudita), el rol impositivo del hombre sobre la mujer es más claro. La mujer no puede mostrarse en público, no tiene derechos civiles, ni mucho menos puede relacionarse libremente en la sociedad. En la práctica, es un objeto del hombre.
A pesar de que en nuestra sociedad la mujer ha logrado escalar algunos peldaños, su rol todavía está determinado por una estructura social dominada por los hombres.
Nadie duda el carácter emprendedor de Argelia, pero a la hora de la verdad su esposo Omar sigue siendo el macho de su casa.