El Poder
Uno de los temas que más apasionan al hombre es entender el Poder, cómo nace, cómo se ejerce, por qué se pierde. Bibliotecas enteras están dedicadas a ese tema y después de cientos de años todavía no tenemos respuestas ni fórmulas definitivas para administrarlo apropiadamente.
Desde los más remotos tiempos el Poder ha sido una constante de las relaciones humanas. Carlos Marx explicaba su presencia como el resultado de la lucha de clases, y parecería que en esa parte fueron acertadas sus reflexiones.
Antes, en la época ilustre del pensamiento de los griegos, el historiador Plutarco en el siglo I confrontaba en su extensa obra “Vidas Paralelas” a personajes griegos y romanos describiendo conductas morales y políticas. En su más apasionante libro, dedicado a las vidas de Julio César y de Alejandro El Grande, tiene el mérito de profundizar fundadores de extensos imperios y tomadores de decisiones que modificaron el perfil de su tiempo.
Qué decir de Napoleón, prototipo de la gloria y la derrota y también forjador de etapas de gran intensidad que reflejan el resultado de ambiciones y visiones legítimas y al mismo tiempo de los sentimientos más negativos y egoístas.
En el pasado reciente, el siglo XX vio nacer a personalidades vigorosas que lucharon por crear y defender grandes naciones como Churchill o Gandhi, en destructores como Hitler o Mussolini, rebeldes como el Che Guevara y el recién fallecido Fidel Castro Ruz, ominosos dictadores como Augusto Pinochet o Juan Domingo Perón; populistas como Lázaro Cárdenas y Luis Echeverría, sacrificados como John F. Kennedy y con saldos contrastantes Richard Nixon, Bill Clinton o George H. W. Bush.
El repaso viene a cuento porque tal parece que no se está aprovechando tanta sabiduría cuando se advierten horizontes de riesgo. El lector perspicaz podrá identificar figuras políticas cuestionadas por su insaciable y descarado apetito por acumular riquezas mal habidas, todos los días se publican escandalosas investigaciones que reflejan impunidad y complicidad; se medra criminalmente con temas tan delicados como la salud, los alimentos, la obra pública y el medio ambiente y se solapan asociaciones vergonzosas con delincuentes organizados. No parece haber límites para las conductas indebidas.
Se impulsan políticas que no tienen sustento en plataformas políticas viables y se juega a favor de reducidos grupos de interés en detrimento de las grandes mayorías. Se persigue por razones de origen, raza, credo o decisiones de género, se anuncian medidas extremas para proteger las fronteras o se impulsa la reversión de políticas de salud que ponen en riesgo los beneficios logrados en lugar de buscar caminos de mejora.
El exceso en el uso del poder sólo puede ser contenido por dos caminos: el de la ciudadanía con sus facultades de sufragio y el de las instituciones que son garantes del orden y de la vigilancia y exigencia del buen gobierno y que hoy están llamadas a ser coto de acciones desorbitadas y temerarias. Es el tiempo de la razón.