La detención de un inmigrante: ¿masa para tamales o cocaína?
Si no fuera porque lo ocurrido al mexicano Antonio Hernández Carranza pertenece a la cruda realidad, su caso causaría hilaridad, dado que parece extraído de la ficción de una tragedia griega de Aristófanes o de los cuentos de ribetes truculentos de Borges o García Márquez.
El pasado 1ro de mayo, Hernández Carranza fue arrestado por alguaciles de condado de Buncombe, en Carolina del Norte, después de haber recorrido durante tres días más de 2,300 millas, tras haber salido de la localidad de Carson, en el Sur de California.
El hombre tenía el objetivo de visitar a su hermana a la que no veía desde hacía diez años, pero tomó la carretera equivocada y terminó perdido en las montañas de los Apalaches, en lugar de llegar a Johnson City, Tennessí, donde la mujer habita.
Como presente para el reencuentro traía masa para tamales, queso michoacano y camarones.
La reunión, ante el error de ruta, no se dio, y en cambio Hernández se encontró con los agentes del Sheriff, que vigilan en sus autos patrulleros los alrededores de la pintoresca y bohemia ciudad de Asheville.
Después de una abrupta detención, con perro sabueso incluído, el hombre fue acusado de conducir bajo los efectos del alcohol y posesión de drogas.
Las autoridades le impusieron una fianza de 300,000 dólares, y le ofrecieron la perspectiva de pasar 40 años en prisión.
Hernández pasó cuatro días encarcelado, pese a que las pruebas con el alcoholímetro determinaron que no había ingerido trago y los análisis hechos por especialistas estatales a la masa de tortilla que transportaba concluyeron que no era cocaína.
Ahora, la oficina del alguacil del condado de Buncombe se ha visto obligada a reconocer que los exámenes iniciales realizados por sus agentes a la masa estaban errados y la materia no contenía el alcaloide.
A Hernández, quien afirma que fue maltratado físicamente, cuya ropa dejada en el vehículo resultó estropeada por el contacto con la comida, y cuyo automóvil terminó con las llantas reventadas, le han ofrecido 400 dólares de compensación para reponerle el costo de los alimentos.
La pregunta para el sheriff de Buncombe, Van Duncan, es si esa cifra no es muy poca plata para resarcir a Hernández, quien resultó ser residente legal.
Líderes de la comunidad hispana de las montañas de Carolina del Norte, entre ellos los de la organización Nuestro Centro, han expresado que un ciudadano blanco no habría recibido el trato que se le dio a Hernández, y han instado al sheriff para que se disculpe.
El aguacil ha sido objeto de bromas y ha habido quienes han comparado la situación con capítulos de la serie de televisión legendaria del Show de Andy Griffith, en la que el sheriff del imaginario pueblo norcarolino de Mayberry era asistido por el agente Barney Fife, protagonizado por el actor cómico Don Knotts, que hacía el papel de tonto, y podría haber “confundido la masa para tamales con cocaína”
De acuerdo con lo indagado por los medios de comunicación de Asheville, Hernández llegó al país en la década de los ochenta, participó en la pizca de uvas y fresas, actualmente se dedica a la limpieza de alfombras, está casado y tiene dos hijos.
El periódico informó que Hernández se legalizó mediante la amnistía firmada por el presidente Ronald Reagan en 1986.
La pregunta pertinente es: ¿Cómo le habría ido a Hernández si hubiera sido indocumentado?
Rafael Prieto Zartha es un periodista independiente que escribe sobre inmigración y otros temas relacionados con los hispanos.