Los Alimentos
En sociedades avanzadas, abordar el tema de los alimentos no va más allá de lo relacionado con los aspectos vinculados con la salud.
Hoy, por cierto, en umbrales de grave crisis tomando en cuenta los altos registros de enfermedades asociadas a costumbres relacionadas con malos hábitos de ingesta, principalmente los que resultan de excesos en el consumo o campañas de mercadotecnia que privilegian algunos productos y descalifican otros a partir de supuestos –y no siempre comprobados- beneficios o perjuicios: por ejemplo, para unos la leche es buena y necesaria, para otros es dañina; y así podemos caer en interminables confrontaciones de opinión sobre el consumo de huevo, café, azúcar, embutidos… y, por supuesto, los polémicos aceites poliinsaturados y grasas industrializadas.
En la memoria social están cada vez alejadas las imágenes relativas a los riesgos de una posible sobrepoblación como auguraba, proféticamente, Roberto Malthus en el Siglo XVIII y con ella el fin de la humanidad, o las escenas dantescas de guerras con dramáticos racionamientos o pestes malignas que diezmaban países enteros.
Desde luego que hoy no podemos soslayar las crisis humanitarias que se registran en algunos países atrasados que ven disminuida su población como resultado de carencias alimentarias producto de conflictos sociales, políticos o medio ambientales que dejan huella y son enérgicamente delatados por investigadores y activistas patrocinados por organismos nacionales e internacionales que se preocupan por la salud y el bienestar mundial.
Pero no todo es como se pinta. Si bien la tecnología ha traído enormes beneficios permitiendo multiplicar la producción de alimentos a través de “revoluciones verdes” que potencializan la tierra cultivable, garantizan las producciones agrícolas con eficientes obras hidráulicas, el tratamiento mejorado de semillas, la aplicación de mejores fertilizantes y la prohibición del uso de pesticidas. Del otro lado de la moneda se empiezan a percibir sombras amenazantes que pueden comprometer, por las mismas razones, la oferta de productos alimenticios.
Son varios los factores negativos, pero dos destacan por su gravedad. Los cambios climáticos que han modificado las capacidades de control de siembras y cosechas y el continuo deterioro del medio ambiente por la contaminación del agua, aire y la tierra.
Los gobiernos están soslayando su responsabilidad en la lógica del sálvese el que pueda eludiendo la responsabilidad de promover una acción conjunta para enfrentar la amenaza de hambrunas. Es oportunidad para que los gobiernos que inician gestiones instrumenten a la brevedad posible jornadas de mejora de la cultura alimentaria que incluya definiciones puntuales de que se debe producir, como se debe distribuir y las regulaciones que promuevan mejores prácticas consumo y preservación del medio ambiente.
Sólo tenemos un planeta y es obligación de todos tomar conciencia de que somos responsables de su viabilidad como individuos, familias y comunidades fomentando y consolidando el espíritu de solidaridad y trabajo conjunto.