Por qué nos interesa combatir el desánimo y el pesimismo
1996 fue un año especialmente adverso para mí. Aún deseando que mis estudios universitarios fueran mi actividad esencial, cada vez me resultaba más difícil compaginarlos con sucesivos trabajos eventuales —no sólo para pagar mis estudios, sino también para cubrir unos gastos fijos para mantenerme en Barcelona donde vivía con mi hermana mayor y sus amigas, lejos del resto de mi familia. En mi interior sentía que debía haber una solución mejor que abandonar la carrera. Pero, ¿Qué podía hacer para vencer el miedo y la desconfianza que me estaban quitando las esperanzas de lograr mis sueños y metas?
Después de todo me encontraba en una situación límite. Mis compañeras de piso me instaban a conseguir un trabajo administrativo a tiempo completo que me permitiera afrontar sin retrasos ni sobresaltos las cuentas comunes.
Por primera vez en mis seis años en España me planteé solicitar una beca. Sin embargo, cuando acudí al departamento correspondiente, me informaron que como estudiante peruana requería la nacionalidad española, la cual estaba en trámites.
Confianza en el bien
A pesar de todos los obstáculos que encontraba, tenía la esperanza de que mi situación podía cambiar y resolverse de una manera positiva. Todo lo que sabía era que las dificultades que estaba enfrentando y me hacían sufrir enormemente me podían enseñar algo valioso, como había ocurrido en otras ocasiones.
Y sé que puse mi atención en el pensamiento de que la oportunidad de educarme en el extranjero, aunque a trompicones, era algo por lo que desde ya me podía sentir agradecida. Estaba estudiando para tener una vida más plena.
Estaba adquiriendo conocimientos para poder enriquecer todo lo que me tocara hacer en el futuro, y eso podía beneficiar a otros también.
Una manera que siempre me ha ayudado a calmar la preocupación es crear un espacio espiritual con sesiones diarias, de al menos una hora, en las que me quedo en mi habitación a solas conmigo misma y simplemente me dedico a reflexionar en pasajes de la Biblia que me hablan de un solo Dios, de pruebas sólidas de Su bondad, de una verdad demostrable.
Algunos versículos que he considerado son los siguientes:
“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí”. (Juan 6:37)
Al cabo de unas días de dedicarle tiempo al estudio de estas ideas, conseguí un re-sultado práctico. Siguiendo la recomendación de un compa-ñero de clase, escribí una carta a la Facultad exponiendo mi situación. Un mes después recibí en mi domicilio una carta del Vicerrector concediéndome una excepción de pagos de matrícula para el curso 1996-97.
Creo que la alegría que sentí fue comparable a la del ganador del torneo Masters de golf 2012. El pasado Domingo de Pascua, el estadounidense Bubba Watson escribió en su cuenta de Twitter: “I Tesalonicenses 5:16-18 Estad siempre gozosos, orad sin cesar, dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”.
Estos son los cuatro pasos que me ayudan a poner mis ideas en orden:
1. Adoptar un estilo de pensar positivo y sereno. Poner mi atención en el bien común me ayuda a eliminar las ideas negativas que puedan estar asaltando mi mente, para así enfocar mis pensamientos en cómo resolver la situación sin tener que enfrentarme con los bloqueos que produce el miedo.
2. Cultivar la gratitud. Aprendí a apreciar las cosas que tengo y a expresar gratitud no sólo por lo aprendido hasta ahora sino también por las dificultades del momento, ya que siempre me enseñan algo.
3. Tener una buena escala de valores. Psicólogos cognitivos como Rafael Santandreu, exredactor jefe de la revista Mente sana, piensan que desde un punto de vista psicológico es bueno tener una escala de valores en la que el amor ocupe el primer lugar. “El amor es un valor muy estable” que está a nuestro alcance bajo cualquier circunstancia.
4. Saber que el bien es poder. Con esta expectativa aguardo en silencio la solución adecuada para mis problemas, sin dudar que la idea que necesito está a mi alcance y me llegará a tiempo.
Cuando pienso así a veces recibo soluciones inesperadas y con resultados mucho mejores de los que esperaba. De hecho, esto ocurrió con mi situación económica también. Al concluir el período de la beca vi la necesidad de mejorar mi inglés en EE. UU. Una vez finalizado el curso de verano, postulé a una pasantía en la mesa de redacción de la cadena de noticias estadounidense más famosa del planeta. Esa oportunidad se transformó en mi incursión en el periodismo durante los siguientes seis años de mi vida.
Por ello, conviene estar alerta cuando confiamos por completo en el bien, pues ¡Todo es posible!
Grace Fuller es la Jefa de Comunicación para América Latina y los medios de habla hispana en EE.UU. de la Iglesia de la Ciencia Cristiana, con sede en Boston. E-mail fullerg@csps.com – Twitter: @wigwise