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La caravana de activistas, rescatistas y reporteros avanza bajo los intensos rayos del sol que calientan el aire hasta que se hace difícil incluso respirar. A una distancia se apostan elementos de la policía estatal, a quienes se les pidió resguardo por miedo a asaltantes en esta transitada ruta de migrantes.

    En el camino, los rescatistas encuentran gorras, joyas, ropa, hasta una mochila de niña que nos recuerda que hay migrantes de todas las edades en este inhóspito paraje que en días como estos llega a 50 grados a la sombra.

    Apenas un kilómetro dentro de la espesa maleza desértica de la zona despoblada de Tecate, llegamos al lugar donde hace un año fallecieran los hermanos Cruz Alan y José Enrique Sánchez Vázquez, quienes quedaron semi-enterrados luego de ser asesinados a tiros por un grupo de traficantes que los secuestró para extorsionar a su familia.

    Sus cuerpos fueron encontrados mes y medio después pero fueron entregados a sus padres después de 4 meses, en los cuales, aseguran, hubo una falta de humanidad de las autoridades, quienes no atendieron los reclamos de la familia sino hasta que acudieron a Derechos Humanos y a los medios.

    “Yo sólo pido justicia a las autoridades de Baja California”, dijo la madre de los muchachos vía telefónica, “cuando fui a buscarlos me entregaron los cuerpos luego de mucho rogarles y sin siquiera un papel, un documento para dar seguimiento al asesinato de mis hijos”.

    Apenas en la semana previa al aniversario de la muerte de estos dos muchachos, se han registrado dos casos de grupos de migrantes secuestrados, una tendencia a la alza que se suma a los peligros de un verano sin piedad y el recrudecimiento del sentimiento anti-migrante que ha llegado incluso a grupos neo-nazis vigilando la frontera.

    En el primer caso de migrantes rescatados en Tijuana, un migrante logró escapar de sus captores y alertar a autoridades para que rescataran a otros nueve y dos días después, otra persona escapó de dos mujeres jóvenes, de 22 y 24 años, acusadas de secuestrar a dos migrantes luego de prometerles cruzarlos a Estados Unidos a bordo de una camioneta Escalade color Perla.

    Pero si no es porque las propias víctimas escapan y acuden a las autoridades, la mayoría de los casos de secuestro y asesinato de migrantes pasan desapercibidos. Primero que a la policía, llegan a manos de Rafael Hernández y su grupo, Desert Angels, de más de 80 rescatistas, apostados en toda la frontera de California y ahora en Arizona.

    “Se corre la voz y entonces llaman las familias desde todo Mexico o Estados Unidos para decir que su familiar pensaba cruzar por esta zona y hace mes y medio no saben de él; a veces nos avisan de niños, de mujeres embarazadas, de hombres ya mayores…” cuenta Hernandez.

    Tan sólo este mes, Hernández y su grupo han rescatado a 60 migrantes indocumentados perdidos en el desierto —el doble que el año pasado—, además de haber recuperado 9 cuerpos, entre ellos los restos de dos jóvenes cuya piel estaba totalmente calcinada al momento de encontrarlos, bajo unos matorrales.

    La mayor vigilancia en la frontera ha cambiado las rutas y donde antes las caminatas eran de 30 kilómetros, ahora se hacen de hasta 160 kilómetros (100 millas) que se han alargado a más de una semana.

    “Aunque la mayoría de los rescates siguen siendo en Arizona, tenemos muy claro que los problemas para los migrantes seguirán aumentando y que en los próximos meses de calor estaremos muy activos tratando de evitar muertes”, dijo con tristeza Hernández “pero también encontrando a los que sucumban a este calor o al crimen y no los dejaremos olvidados”.