Al artista mexicano Enrique Chiu se le ocurrió una mañana en diciembre del 2016 usar un tramo del muro fronterizo para pintar un tema que expresara la cercanía entre Tijuana y San Diego, sin saber que, con el tiempo, se convertiría en un movimiento en que casi pinta el mural más grande del mundo con la ayuda de literalmente miles de personas.

Al inicio, cuatro voluntarios se presentaron a ayudar, era una respuesta más bien tímida, recuerda ahora Chiu. Un quinto voluntario se presentó horas después. Pero algunos de ellos habían subido a redes sociales videos en vivo para explicar sobre el mural que pintaron.

Chiu lo llamó el Mural de la Hermandad. Dijo que cada quien, bajo su dirección y asesoría, podría expresar con imágenes sobre la vieja y oxidada barda metálica lo que ilustrara la unión de los pueblos de la región de la frontera, pese al muro.

La siguiente vez que llegó con sus botes de pintura, rodillos y escaleras, Chiu pensó que en el lugar se llevaba a cabo una protesta.

Resultó que los videos en vivo que días antes habían grabado se volvieron virales, y había unas 150 personas a la espera de la pintada del muro y todavía llegaban más.

“En esa ocasión llegaron más de 200 personas; yo no lo podía creer”, recuerda Chiu.

Pronto tuvo que aceptar ayuda, por lo menos para comprar pintura y brochas. A las jornadas llegaban madres con sus hijos, maestros con sus alumnos, iglesias con sus feligreses y hasta entrenadores con sus equipos.

Chiu comenzó a notar la extensión del Mural de la Hermandad. Investigó un poco y comprendió que estaba por alcanzar a ser el mural más extenso del mundo, según el Registro Mundial Guinness.

Los grupos de voluntarios se extendían, llegaban interesados y curiosos de Japón, de Australia, de países europeos y de diversos rumbos de Estados Unidos, de Sudamérica. Les atraía sobre todo que mientras el presidente Donald Trump más mencionaba su prometido “gran y bello muro fronterizo”, en Tijuana usaran la barrera como un lienzo para la amistad.

Grupos de jóvenes comenzaron a sumarse el año pasado en Tecate, aunque en la primavera la administración del presidente Donald Trump comenzó a sustituir toda la vieja barda construida con placas de metal en los años 90, por un obstáculo formado con pilares de acero.

“Solo esperamos a que terminen de sustituir un tramo en el cañón antes de entrara a Playas de Tijuana para regresar y volver a pintar ahora sobre los barrotes”, platicó sonriente este fin de semana Enrique Chiu mientras coordinaba a un grupo de migrantes y deportados que participó en el mural a unos metros de la playa.

Con la ayuda de una escalera y con rodillos a lo alto del muro, y con pinceles y pintura firme en las partes bajas, los migrantes reforzaron partes pintadas anteriormente y elaboraron un nuevo mensaje de hermandad a través de la frontera.

Sergio, oriundo de Michoacán, dijo que a cuando deportan a los mexicanos, muchas personas en Estados Unidos se quedan con la idea de que los expulsados piensan que los estadunidenses son injustos, o crueles.

“Lo que yo quiero pintar es lo que refleje que no es así, sino que tenemos agradecimiento, que nos acordamos de la gente con agradecimiento”, dijo Sergio.

Para Enrique Chiu, ese es uno de los motivos de su iniciativa artística

¿En qué otro espacio en la frontera, podrían los migrantes, la sociedad fronteriza y los visitantes expresar ideas como esa de acercamiento y hermandad?, preguntó el artista.