Lo que estamos perdiendo
Mucho se ha hablado sobre la problemática del tiempo de cruce en la frontera, sobre cómo afecta a los empresarios de San Ysidro, como se ha dejado la calle Revolución medio vacía y esto aunado a la inseguridad ha afectado al sector médico, a la maquila e incluso al medio ambiente.
Pero más allá del dinero que se pierde tal o cual industria de ambos lados de la frontera, ¿qué es lo que se está perdiendo realmente al limitarse los viajes entre Tijuana y San Diego? ¿Qué sucede a nuestra región al limitarse los intercambios culturales, los grupos voluntarios que cruzaban la frontera o las visitas de estudiantes universitarios?
La reciente Alerta de Viaje emitida por el gobierno de Estados Unidos para ciertas ciudades de México —incluyendo Tijuana— parece ser la última estocada para el flujo de viajeros por esta frontera parando casi por completo los ya de por si tambaleantes proyectos de intercambio y voluntariado.
Pocas semanas después de que fuera difundida la alerta, estudiantes de Universidades de California que se encontraban de intercambio en Tijuana tuvieron que regresar a sus universidades sin terminar sus semestres y estudiantes que ya habían sido aprobados para viajar a Tijuana en su semestre de verano, han cancelado su participación en cursos y seminarios.
El tema fue retomado en la reciente cumbre binacional de alcaldes, en la cual participaron 15 alcaldes de California y Baja California, además el comisionado de Estados Unidos para las Aduanas y Protección Fronteriza, Alan Bersin.
En la mesa de discusión dedicada a universidades, los participantes coincidieron en la necesidad de formalizar intercambios de universidades de ambos lados de la frontera, para fortalecer programas derivados de la formalización. Por ejemplo, el caso de las Becas Fullbright o los Programas MEXUS.
Como 3 líderes de la cumbre por el lado americano se eligió al Dr. James Gerber de la San Diego State University (SDSU) y al Mtro. Héctor Vindiola del Departamento de Estado de los USA y por el lado mexicano al Mtro. Sebastían Serra Martínez de la Universidad Iberoamericana Tijuana, y al Dr. Oscar Ávila Corrujedo, de la Universidad Rosaritense.
Para Serra, las acciones como la prohibición de participar en intercambios académicos son una gran pérdida para la región; no solo las universidades mexicanas se ven limitadas en su vocación de brindar una visión global a sus estudiantes, sino también los estudiantes extranjeros se pierden de una experiencia internacional única, en una edad donde se encuentran generalmente dispuestos y en condiciones de retar sus propios prejuicios.
“Creemos que las acciones tomadas por el sistema Estatal de Universidades de California son exageradas, ya que sus estudiantes no pueden venir a Tijuana, siendo que muchos viven y han vivido toda su vida aquí…es una gran paradoja” explica Serra.
Para contrarrestar los efectos de los múltiples factores que limitan el viaje de estudiantes—incluyendo la alerta—, las universidades de la región se han unido con las secretarías de turismo y educación de Baja California, para intentar brindar información respecto a las verdaderas condiciones de seguridad en las que se desenvuelven los estudiantes.
Serra admite que por este año, las posibilidades de intercambio se ven ya muy limitadas, pero confía en el trabajo realizado por académicos norteamericanos presionando en sus propias instituciones y en la labor de concientización realizada en Tijuana.
“Lo más importante es que la situación de seguridad siga avanzando, porque si retrocede, olvídate” agrega.
Menos manos, menos conciencias
Cristina Ayala es coordinadora de proyectos comunitarios de Los Niños; un organismo sin fines de lucro dedicado al desarrollo comu-nitario y la construcción de infraestructura en escuelas.
El modelo participativo incluye una inversión de la comunidad apoyada y el trabajo voluntario de grupos de estudiantes universitarios provenientes de Estados Unidos. Hasta hace poco tenían un promedio de 30 grupos de estudiantes cada año, es decir 600 estudiantes universitarios que visitaban Tijuana para donar su trabajo en la construcción de aulas, casas, canchas, explanadas en comunidades con una gran necesidad de ayuda.
Según explica Ayala, el modelo que manejan crea una cadena virtuosa en la que se beneficia a una comunidad organizada, se crea una derrama económica en la zona, crea infraestructura, fortalecen relaciones sociales.
“Pero sobre todo enfrenta a Mexicanos y estadounidenses cara a cara; los norte-americanos se sorprenden de la voluntad y el aplomo de los mexicanos y los mexicanos aprenden mucho del sentido de justicia social que tienen los estudiantes” agrega.
Ahora, la interacción se ha reducido al mínimo y Los Niños ha tenido que buscar otros grupos voluntarios para subsanar las necesidades de las comunidades donde trabaja.
“Vemos todo como una oportunidad, ahora nos estamos acercando a universidades locales y empresas, pero esperamos que pronto esto pase y vuelva a haber el intercambio tan rico que habíamos logrado con tantos años de trabajo y cercanía con nuestros vecinos”.